En cabeza ajena es muy fácil decir: reza; la oración es potentísima; ten fe; confía en Dios… Lo cual es lo mismo que cuando alguien tiene buena salud y no conoce lo que es estar enfermo y a modo de una persona inconsciente recomienda o la oración, o la distracción o prácticas esotéricas de poca monta. Y es que el aguijón del dolor no ha herido los propios sentimientos. Las aguas de nuestro ser están claras y serenas. Cosa distinta suele acontecer cuando el dolor, la incomprensión, la adversidad o una particular y desagradable situación nos visita. Sobre todo si, como dice el adagio, ‘no estamos curados en salud’, no estamos preparados para enfrentar: bien lo que se veía venir o bien lo imprevisto.
Las palabras de Cristo, el Hijo de Dios, nos invitan a superar el dolor, a sublimar el sentimiento herido o contrariado. Si bien dicen “orad”, “pedid”, también conllevan a que imitemos el ejemplo que El nos dio:"Padre, si es posible, aleja de mí este cáliz. Mas no se haga mi voluntad , sino la tuya”. Y aquí radica el ‘quid’ de ser cristiano de verdad, o, al contrario, serlo de conveniencia, facilismo, ignorancia o fanatismo. El cristiano de verdad se despega de la alegría y del sufrimiento, y acepta la realidad con pies en tierra y con la mente en lo trascendental y , si el caso lo requiere, con el corazón en la humanidad (con el desprendimiento de sí mismo, en caridad a su prójimo). Casos hay de madres que al concebir y dar a luz a su criatura la ofrecen a Dios, y desde ese mismo momento parecieran encarnar los versos de Kahil Gibran: “Tus hijos, no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida, deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti y, aunque estén contigo, no te pertenecen”.
Madres que, al hacer esta consagración, se han liberado de las amarras del dolor y han desviado el curso del sufrimiento por la pérdida de un hijo y han atraído en su transitar de madres el don de fortaleza y el de la santa resignación o consuelo de gloria de parte de Dios. Y madres así las hay todavía. Y hombres de verdadera fe en Dios también los hay. ¡Pobre hombre o mujer que ponga su esperanza en las cosas de esta vida!
Decían a Jesús los apegados a este mundo:“Duras son tus palabras, Maestro”. Muy duras quizás. “Cristo hablaba en parábolas, pero a sus discípulos les explicaba”. Y ellos aprendían del valor de la oración. Y quien se precie de ser cristiano (discípulo de Cristo) debe asimilar el contexto de todo su mensaje; no palabras sueltas y de conveniencia personal o de un entretenimiento cuando las cosas de la vida salen bien. ¿Y cuando salen mal? Ah, si salen mal: “¿Por qué Dios permite esto? Tanto rezar, para nada”. Y lo que era una fe deslumbrante en la cumbre de ‘doña felicidad’ se convierte en tinieblas y en tormentas de desconcierto cuando llega una hora no deseada. Rayos y truenos ofuscan y amedrentan el alma y la hacen sucumbir a oscuros abismos de lamentaciones y desesperación. Y es que en cabeza ajena todo es muy bonito, y es hasta placentero enseñar a otros a orar. Mas cuando llega la hora… Hay, pues, que estar preparados para lo agradable y para lo desagradable. Hay necesidad de elevar nuestro nivel de conciencia (a ‘Conciencia Cósmica’, que nos sitúa con equilibrio entre los pares de opuestos (bien-mal)) y entonces comprenderemos mejor cuáles son los designios de Dios respecto a nuestras vidas y por qué la oración es un arma de vencedores. Y el que vence en ley del espíritu, si bien pide aún lo material y otras cosas como la salud personal, familiar y de amigos, espera siempre la respuesta en la voluntad divina, y acepta la respuesta aunque sus peticiones no se ajusten a los resultados. Sus peticiones ante Dios son como la inocencia del niño, “a quien un padre no le va a poner un cuchillo en sus manos”, y se entrega, como el niño, a los brazos del Padre en el que halla todo alivio. ¿Pero cómo va a ser un ‘cuchillo’ la petición por un ser querido? ¿Acaso es malo pedir esto? –“El pensamiento de Dios no es igual que el de los hombres”. Generalmente las peticiones humanas están encaminadas a satisfacer necesidades físicas; raras veces espirituales. Por la ‘Conciencia Cósmica’ miraremos un poco más arriba atendiendo a la gran meta (la vuelta al Padre). Es más, con la oración podemos caer en el absurdo de asumir las responsabilidades de otros. Cada individuo debe responder a las leyes preestablecidas, y nuestra oración puede convertirse en una interferencia indebida. La Biblia, en sus grandes profetas nos han enseñado a decir:"Aquí estoy”. Y mi oración cotidiana ante el Padre es ésta: 'Aquí estoy’, Padre, Y dispuesto a conducir la nave de mi existencia bajo tus miradas; sin esperar recompensas, pues que en la justicia divina todo está dado en gloria. Mi fe así es entrega y confianza; sin esperar nada a cambio. La llenura es ley infalible.
No se debe pasar por alto esto otro del Cristo:"El que quiera venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”. Y tomar la cruz de cada uno no es sino aceptar la voluntad plena del Padre. “Y la voluntad de Dios es buena, grata y perfecta”. Sus verdaderos seguidores han dado y dan testimonio de ello. Y fuese en la alegría o en el dolor, de igual modo bendecían y alababan a su Señor. ‘Estaban curados en salud’. Habían comprendido el significado de ser cristiano y en la ‘aceptación’ percibían cómo el sufrimiento de aquí se les transmutaba no sólo en gloria del más allá, sino que recibían el don de fortaleza y el dolor perdía su trágico matiz de agobio, al tiempo que sus espíritus irradiaban en gozo. Su Maestro les había enseñado que “las cosas de este mundo no sirven para nada; las espirituales son las que dan vida eterna”. Y llenaban su espíritu. Y las cosas de aquí abajo les estaban sometidas.
Tal vez olvidamos o desconocemos que la meta del hombre no está en esta dimensión, sino en la dimensión-luz, en un más allá del devenir de nuestro ser. De manera que estar aquí es mero tránsito. Y la estadía en la dimensión sensible puede ser tan precaria como que apenas se produce nuestro engendro podemos morir. Permanecer aquí por x tiempo no nos está dado predeterminarlo. Un cúmulo de leyes naturales condicionan nuestra vida. Y el que haya sido engendrado está sometido a ellas . ¿Mas qué hay detrás de estas leyes de causa y efecto? ¿El misterio? Detrás de lo sensible (del anverso) se halla el reverso, la otra cara de la moneda de nuestro propio ser, que a su vez está enmarcado, como el minutero del reloj, en la esfera de las coexistencias emanadas del PODER EN SÍ, que llamamos Dios. Por ende el dicho de Pablo Apóstol:"Vivimos, nos movemos y existimos en Dios”.
Venir a esta vida o no venir a ella obedece a múltiples causas. Una, lo ignoto y que atribuimos a la voluntad divina. Otras de carácter natural de los elementos que intervienen en la reproducción. Pero una vez que se produce el engendro todo puede suceder dentro o fuera del útero materno. Si dentro de éste, causas internas o externas que con los adelantos científicos y tecnológicos se pueden detectar. Si fuera del vientre materno, un sinfin de causas ( enfermedades, accidentes, suicidios, homicidios…).
Bien cantaba el poeta:
"Recuerde el alma dormida,
Avive el seso y despierte
Contemplando
Cómo se pasa la vida,
Cómo se viene la muerte
Tan callando….. (J. Manrique).
Y San Juan de La Cruz y Santa Teresa de Jesús cantaron lo mismo: “muero, porque no muero”. Avivaron el seso y despertaron a la vida. Y lucharon en lucidez de cabeza propia frente a las adversidades y al dolor. A cada latigazo que les daba la vida, se avivaban y despertaban más sus almas y siempre alabando, sin dudar de su oración ni de su fe. Veían que la ‘muerte les venía tan callando’. Y la muerte, y el dolor, para ellos era la puerta de entrada a la patria celestial. Tenían por evidencia: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir…”. Y en vez de agostar sus aguas con quejidos y quebrantos, las acrecentaban en caudalosos torrentes de amor y de fecunda acción según el mandato divino. Y por eso su ‘morir era vivir’. Mientras que para muchos cristianos es al revés: su ‘vivir es morir, dolor y sufrimiento sin remisión’; con un soplo de adversidad se dejan arrastrar como ante un devastador huracán. Pero…, en la viña del Señor no caben peros. Hay que embriagarse con el vino de esas uvas imperecederas. Y el vino de esa viña es de pleno conocimiento y convicción de qué hacemos aquí, de dónde venimos y a dónde vamos, partiendo de lo que somos: energías superiores con forma de humanos, átomos y moléculas de la vida misma, que es Dios.
Alguien, leyendo estas páginas en borrador, me dijo:”¡Ay, si yo hubiera sabido de estas cosas cuando estaba perdiendo a mis seres queridos! Pero el peor ¡ay! es, pienso, el de los que ya vamos sabiendo, pero nos comportamos como cualquier ignorante. ¡Peor será nuestra tristeza y abatimiento!”.
…Y aunque la vida sea más amarga para unos que para otros, El que nos da el ser y todo lo sustenta, es justo y misericordioso. Y la vida no termina aquí. La vida… Somos vida en lo eterno. Y esta vida no es sino un hito en el devenir de nuestro ser. ‘Somos en Dios. Vivimos en Dios y nos movemos en Dios’, repitiendo lo del Apóstol. Venimos de Dios y a Dios vamos. Y si estamos aquí es como expresión de la voluntad divina. Y “la voluntad de Dios es buena, grata y perfecta”. Eleva tu mente y sobrarán mis palabras. Mientras tanto, yo ante lo bueno o lo malo, en ejemplo de Cristo, sigo orando al Padre. “Y cuando ores, entra en tu cámara secreta. Antes de que hables ya el Padre te ha escuchado”. “Y no se cae ni un cabello de tu cabeza sin la voluntad del Padre”. Nuestros días, pues, están contados. “Del Padre vengo y al Padre voy”. Y en el Padre espero abrazarme con mis lectores.
TÚ VALES Y MERECES MUCHO MÁS
¡PIES EN TIERRA!
¡LIBERTAD, JUSTICIA Y AMOR!
Manuel, Profeta de ‘Clave 9’.
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