16 diciembre 2007

BUSCANDO AL HOMBRE NUEVO

El hombre nuevo tiene que nacer del viejo. En la matriz cósmica de la humanidad viene inserto el nuevo hombre como en el grano de maíz lo está la mazorca con sus nuevos granos. Y así como el grano de maíz está sometido a la siembra y al tiempo que le exige su proceso germinativo y de cosecha /”tiempo para todo”, dice la Biblia/, de igual modo tenemos que ir implantando al nuevo hombre en el seno de la sociedad, que es la matriz donde se anida y desarrolla el hombre como individuo.
La génesis social del hombre, una vez que éste aparece como morador de la Tierra, se genera como en gradaciones evolutivas. Quizás, primero, como una especie acuática en mancomunidad, como todas las demás especies, en sus primeros estratos. Luego, como salido de las aguas y en tierra firme, se desliza por el lodo existencial y adaptándose a nuevas condiciones. Condiciones que lo iban moldeando hasta hacerse arborícola y posteriormente sagaz depredador, y así hasta determinarse como ‘homo erectus’ y convertirse en experto cazador. Y hacerse sedentario. Y llegar hasta nuestros días a través de una historia de conflictos, más impulsiva y afectiva (de intereses) que racional (por más que haya removido dentro de sí el universo de las ideas, de las razones, de los derechos, de los deberes…). Ha predominado en su actitud la fuerza voraz que arrostra en su misma naturaleza, como hijo del sol y de las estrellas y del magma originario (cuando ni en molécula ni átomo era una entidad propia como lo es hoy). Era tan sólo elemento del volcán primigenio en erupción evolutiva para la vida. Ahora es hombre pensante y responsable de sus actos. Sabe lo que es bueno y lo que es malo. Y si en esto hay todavía dudas, al menos escoge lo que, según su estadio educativo y su ámbito cultural, le conviene. Pero, lamentándolo mucho, aún no se ha abierto su abanico mental al nivel que ya exigen las circunstancias del siglo XXI. El interés por lo material es como una densa capa que, en sus delirios (del hombre) de grandeza, o en su inconciencia del momento, lo absorbe y desquicia. La historia (‘antihistoria’: historia irracional e inconciente) lo acusa de sus desvaríos. Y no hay paso atrás que recuperar. El devenir es la meta de las realizaciones. Las torpezas del ayer sólo tomarlas como referencia para algo mejor. La conquista de la materia lo ha soterrado cual ambicioso buscador de oro atrapado en la búsqueda de éste. Ya el hombre del siglo XXI siente la asfixia de su desacertada trayectoria: guerras tras guerras; pan amasado no “con el sudor de tu rostro”, sino con charcos de sangre. En cada época histórica (antigüedad, edad media, edad moderna, actualidad) los mismos matices predominantes, y quizás ahora con más intensidad y acuciosidad que antes (guerras infernales, terrorismo, comercio de armas, flagelo de drogas, opulencia de pocos y miseria en demasía, crímenes legalizados como horca, paredón, silla eléctrica, etc., discriminaciones clasistas, políticas de dominación y adoctrinamientos de sumisión…; barbarie sofisticada, al fin). El hombre de las cavernas era tosco, porque la naturaleza que lo envolvía era dura y no había (el hombre) hallado instrumentos para salir de ellas ( el fuego, la noria, el pastoreo, el arado, el uso de los metales…). Pero el hombre de hoy se enconcha, que es peor, cual tortuga, y se mete en la arena del egoísmo despiadado, en la prepotencia y en el abuso de los fuertes sobre los débiles; en la fascinante y lucrativa ‘propiedad’ capitalista o de Estado. Alojamiento no de supervivencia de la especie, sino de la desigualdad y de la injusticia más aberrantes. Unos humanos gozan como dioses privilegiados de los beneficios de la ciencia, de la tecnología y del trabajo de los humildes; otros, los que pareciera tener que pagar ‘karma’ ante esos dioses, no tienen espacio ni para cobijarse (cordones de miseria que bordean a opulentas ciudades), sin techo y en desventura por su marginalidad. Las orgías de unos frente al sórdido grito de los desvalidos.
¿Hasta cuándo el rico y el pobre del hombre viejo?
Hablando Jesús del reino de los cielos nos dio como una respuesta a este ‘hasta cuándo’: "El reino de los cielos está dentro de vosotros. Mas no viene ostensiblemente, ni de lejos”. Y el ‘reino de los cielos’ que no hemos sido capaces de asimilar en veintiún siglos, ya late en las entrañas del hombre viejo y pugna por nacer. Si un parto normal ha necesitado de nueve meses para el engendro y desarrollo de la criatura, para este parto gigantesco de la especie harán falta años y más años, aunque no tantos siglos. Y no tantos siglos, porque, según el Mensaje ‘Clave 9’, nuestros Hermanos Mayores, Maestros del Universo, Peregrinos del Universo, están preparando la sala de parto para que todo salga conforme a la palabra divina (comercializada por unos; fanatizadas por otros): "Todos me conocerán”. Es decir, se habrá elevado el hombre mentalmente; habrá nacido el hombre nuevo con una conciencia superior: ‘Conciencia Cósmica’. Conciencia de unidad, de universalidad y de trascendencia.
En lo político, económico y social nacerán nuevas ideas precursoras del hombre nuevo. Y nuevas voluntades las pondrán en ejecución. Mas la tarea, siendo de todos, debe comenzar por los que ya sienten esta inquietud por el hombre nuevo. En unos, esta inquietud puede estar dormida; en otros, aunque en pocos, como que apunta hacia un nuevo ideal de vida. Pero ya esto no lo detiene nadie. Un cierre de época está apresurando la necesidad de prestar atención a ese parto cósmico del hombre nuevo. Y si a definición de cómo será ese parto, el Mensaje ‘Clave 9’, en su Principios Fundamentales o ‘PALABRA DE MANUEL’, es muy puntual: "Las naciones todas de los terrícolas izan banderas de desconcierto… estorban las fronteras”. Y entre las fronteras que estorban predomina el sexo. El sexo como industria de jugosas ganancias y como aberración. El sexo como ignorancia. El sexo como moralismo e hipocresía. Y algo ni siquiera del hombre anterior al de las cavernas: el sexo de un liberalismo desmedido que pone en peligro a la misma especie. Y el sexo en el laboratorio. Y el sexo, no olvidemos, trae su propia química. Si el hombre viejo desproporciona este equilibrio, algo más funesto que el sida podría sobrevenir a la especie.
Preparémonos en ‘Conciencia Cósmica’ para recibir a plenitud el advenimiento del hombre nuevo. Hagamos una mirada retrospectiva hasta llegar al hombre de sexo meramente biológico, al hombre animal. En él, aunque hay fiereza, hay inocencia. El sexo era impulso natural que necesitaba satisfacción. Y en esta satisfacción devenía la reproducción inconciente de la especie. Pero no olvidemos. Era el hombre ‘animal’ en este proceder. Y por eso lo encontramos desnudo (Adán y Eva) en el paraíso: "Ambos estaban desnudos sin avergonzarse de ello”. Y siguiendo al hombre animal, tenemos al hombre moral y religioso, que conceptúa restringidamente al sexo. Y un pasó hasta nuestros días, el liberalismo irracional que ha desenfrenado las pasiones sexuales y se está tomando al sexo como un conejillo de indias en el laboratorio…
El hombre nuevo, menos biológico, más racional y conciente, y más libre y menos liberal (de menos libertinaje y más comedido en sus apreciaciones y actuaciones) trae aparejada la dignificación del sexo en el cuido de su especie. Y decimos más libre y menos liberal, porque la libertad en el nuevo hombre estará en función siempre de justicia y de amor, mientras que el liberalismo del hombre viejo deja mucho que desear con sus aberraciones y abominaciones sexuales, siendo el sexo el conducto natural para perpetuarse la especie, y de por sí requiere de que le demos una valoración más justa. Los animales y las plantas nos cantan día y noche al son de los arpegios del sexo, mientras que el hombre con su llamado liberalismo lo ha pervertido.
Son muchas las circunstancias internas y externas por las que tiene que atravesar todavía la nueva criatura, que no es otra cosa sino: hombre más libre, más justo y más amoroso. Es el mismo hombre crístico. Un hombre más hombre y menos homínido; más racional y conciente, y menos irracional y agresivo en su conducta. Y las circunstancias que han de propiciar el nacimiento del hombre nuevo con nuevos usos, costumbres, valores y concepciones del pasado que no encuadran en el mundo actual, que es el punto de convergencia de todo lo anterior para dar paso a la nueva criatura. Los estamentos del matrimonio se derrumban. La moral religiosa con sus matices de espiritualidad y de control de la sexualidad está desapareciendo. La fe es cambiante: hoy está el hombre o la mujer en una iglesia y mañana se cambia a otra con la excusa de que la nueva sí le llena y la otra le dejaba vacío. Y es que la influencia del liberalismo y del materialismo se ha apoderado hasta del sentimiento religioso. Toda la energía se la lleva el rito, generalmente alienante, que cuanto más extravagante sea, mayores son sus efectos de hechizo. Las almas quedan atrapadas en su liberalidad, pero sin ser libres. Y no dejemos de lado ‘el pansensualismo (con sus aberraciones de sexo) entronizado en la “liberación sexual”. No me es dado calificar al sexo de bueno o de malo, pues que para ‘Clave 9’ y para mí en particular: "El sexo ni es bueno, ni malo. El sexo es fuerza generadora de la armonía en ‘EL PODER’“. “Me siento bien así”, se dice. En otras palabras: ‘hago lo que me da en gana’; ‘en mi vida mando yo’.
Asimismo los adelantos científicos y tecnológicos en todas las áreas del pensamiento, muy en particular la genética con su laboratorio de reproducción humana, y las migraciones modernas, están rompiendo con los moldes legales y de costumbres de los pueblos. El cambio en todos los órdenes es abrupto; hasta en la naturaleza. Según ‘Clave 9’ “desaparecerán las fronteras” (y ya se están abriendo y resquebrajando), por más que se intenten construir muros de contención a las migraciones. Un nuevo éxodo de mezcla de pueblos y razas se está escribiendo. Incontenible. Y “el nuevo orden, político, económico y social” que profetiza el Mensaje ‘Clave 9’ comienza a hacerse realidad, por más dura que ésta nos parezca. Pero el nuevo ‘libro del éxodo’ ya ha comenzado a escribirse. Y el hombre llegará como verdaderamente nuevo a su patria prometida: “Cielos nuevos y tierra nueva donde tenga morada la justicia”. Una justicia en relación de términos: Justicia, en tanto que se corresponda con Libertad y con Amor. Porque para este entonces la ‘Conciencia Cósmica’ habrá elevado al hombre del estado vibratorio tan bajo en que se halla todavía. Y el Planeta será de todos y de cada uno de sus moradores, no de unos particulares (individuos o grupos). Y el que nazca en él vendrá en condiciones humanas más dignas. “El lobo y el cordero pacerán juntos”. “No trabajarán ni fabricarán unos para otros”. El nuevo ideal de vida será del hombre por el hombre y para el hombre; no como ahora que se predican máximas de igualdad y se practica la desigualdad. Esto porque las riendas de las naciones están en manos del poder por el poder (y tal es la condición vibratoria del hombre que no permite otra cosa, sino: unos arriba; otros abajo).
Por ‘PALABRA DE MANUEL’:”…entre las muchas cosas que han de preceder a la NUEVA GENERACIÓN /al hombre nuevo/ está el control racional de la especie humana, que no la forma irracional y primitiva que todavía utiliza en su reproducción”. Esto conlleva también a que “Los conceptos de moral y de reputación han de ser sustituidos por el de ‘Conciencia Cósmica’: Libertad, Justicia y Amor”. Y si por racionalidad el hombre no logra este propósito implícito en el gen de la especie, nada de extraño tiene que la Madre y Sabia Naturaleza nos dé una dolorosa palmadita y tengamos que ocultar nuestras mal llamadas ‘vergüenzas’ no con “hojas de higuera”, sino con arrepentimientos sin remisión.
Mientras tanto, yo, Manuel, Profeta de ‘Clave 9’, invito a descubrir a ese hombre nuevo y a que le empecemos a dar albergue en el seno de nuestra sociedad con leyes más libres, más justas y más amorosas como todos y cada uno nos merecemos.
TÚ VALES Y MERECES MUCHO MÁS
¡PIES EN TIERRA!
¡LIBERTAD, JUSTICIA Y AMOR!

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