¿Qué hago yo aquí? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué es todo esto? ¿Existo? ¿Es esto un sueño?... Y tantas otras interrogantes como ya se ha formulado el hombre.
La Biblia parte de mitos, leyendas y supersticiones de pueblos primitivos. Mitos y leyendas, etc., que, en las diferentes comunidades ancestrales /y todavía las hay/, se han enraizado con la vida y con la mente de sus habitantes, y han surgido dioses, hechizos, encantos y espantos; y espíritus favorecedores y maléficos… Y siga usted contando. El caso es que en la mente del hombre hay creencias que se hacen como raíces que dan consistencia al moverse humano sobre este Planeta. Y las creencias se abren generalmente en religiones o en doctrinas cerradas. Basta recurrir a la Biblia, al Srimad Bhagavatam, al Bhagavad Gita, al Chilan Balan, al Popol Vuh… Hasta nacer en nuestra mente un concepto de Dios, de un más allá, de una gloria, de un purgatorio y de un infierno.
Hasta aquí todo esto se nos presenta como un desvarío de nuestra mente y nada más; un invento, si se quiere, y un aprovechamiento de los más privilegiados sobre los más humildes e ignorantes, así hasta ser calificada la religión como “el opio de los pueblos”. Y han transcurrido siglos y milenios, y los hombres como que siempre han estado divididos en dos categorías radicales: los que han dado asidero a sus creencias y los que dicen no creer en nada y que lo que importa en vivir y gozar la vida, que es lo único, dicen, nos llevamos. Pero resulta ser que la mente no sólo fabrica, en base a su ignorancia, los mitos y las leyendas y los ritos… La mente es más poderosa. La mente es capaz de penetrar no solamente en el campo de los sentidos, sino que se remonta a esferas de trascendencia y se pronuncia: ‘Estar aquí tiene que tener una significación’, ‘todo un orden tan perfecto’, ‘como si hubiera detrás de este todo un ente hacedor y regidor’… Y es que, por más que nos inclinemos hacia lo inmediato, ‘la duda’ anida también en la mente. Y ésta trata de hallar una explicación a su mismo pensar. Y llega un momento en que la mente se estremece, y capta que ella se pertenece a un ‘TODO ÚNICO’; que ella no es una quimera o pasatiempo, sino una realidad con fines precisos y concisos, y que no somos quiénes para negar posibilidades. La mente misma se siente como la voz de ese ‘GRAN TODO’. Y con tal sentimiento y percepción se lanza a la búsqueda y al encuentro, y, sí, acepta que los mitos, las leyendas, las supersticiones, etc., son asiento histórico de la humanidad, pero que, aún en ese infantilismo del conocimiento, hay una luz superior y rectora tangible a ella misma como ‘mente’. Luz que acusa de que somos una realidad viviente, pensante, espiritual y trascendente, y que nos sustenta una ‘GRAN PRESENCIA’.
La mente, como su todo tangente inmediato, la naturaleza, sigue los mismos pasos, el mismo ritmo, la misma evolución, tanto como entidad individual como entidad colectiva e histórica. ¿Más, qué es la mente? Sin formulaciones teóricas /teóricas, al fin/, lo comúnmente inteligible es decir que la mente es una actividad más, aunque la principal en nuestra especie, del cerebro. De hecho tal actividad se localiza en el cerebro y no en ninguna otra parte del organismo. Y el cerebro es como la caja receptora-efectora de todo el mecanismo humano. El cerebro, a través de los sentidos, recibe estímulos y da respuestas. Un organismo descerebrado a lo sumo recibe estímulos y da respuestas a nivel inferior, como pueda suceder en una planta cuyo movimiento obedece a estímulos de luz, e incluso, como la hierba que se encoge y adormece al tocarla. En fin, lo que nos interesa ahora no es un estudio científico a nivel biológico, fisiológico o neurofuncional, sino la mente, como elemento que conduce la vida del hombre. Sin ella seríamos autómatas, zombis…, marionetas a merced de los vientos que soplen.
Si bien la ciencia y la tecnología han llegado a descubrir las áreas y las funciones de la mente localizadas en el cerebro, no por ello han podido pasar más allá: tocarla a ella como tal y fotografiarla. Sólo se sabe de sus funciones y de su asiento en el cerebro. Pero como funciones en sí, encierra el habla del universo con sus enigmas o misterios, y hasta el misterio se nos daría por el habla mental, pues la mente se engendra en la potencialidad de la misma materia. Y, ¡oh sublimidad!, yo como persona, que piensa, que siente y que quiere…, viniendo de los antros del magma cósmico, soy aquí y ahora eso mismo, pero hablando, pensando. Y si soy así aquí y ahora, ¿quién es qué para negar las posibilidades de mi ser en estadios superiores de evolución, e incluso que en la misma materia exista la posibilidad espiritual que, al hito muerte, pasemos a otra dimensión? Por tal razón los mitos, las leyendas, las historietas y supersticiones, espantos y apariciones de espíritus, tengan un significado más hondo del que los empíricos del conocimiento les han atribuido. Quizás sean los balbuceos de la humanidad incipiente. De hecho son las bases del pensamiento de hoy. Sin esas manifestaciones que suelen ser conceptuadas de primitivas no hubiéramos logrado el pensamiento actual. ‘EL GRAN TODO’ nos envuelve, y seguimos su ritmo. Y lo bello de verdad es que desde aquí y desde ahora tenemos la capacidad de revertir el pasado en presente y de proyectarnos a lo que todavía no se ha materializado, lo futuro. Y es que somos ‘mentes’, y si hallamos explicación y damos contenidos a las cosas, es por la ‘mente’.
Si bien nadie da lo que no tiene, y la naturaleza da mente, podemos concluir que la naturaleza es mental. Y la mente, sin confundirla ni con el cuerpo ni con el espíritu, pues es una función del cerebro, tiene procesos mentales superiores, tales como: abstracciones, reflexiones, introyecciones, proyecciones, voliciones, y un almacén muy peculiar de memoria y conciencia, y otras operaciones. Nuestra mente es el habla de la misma naturaleza. Y esta habla es acuciosa, penetrante, escudriñadora…, capaz de emitir sonidos y de captar lo insondable en el universo, y hasta en el más allá de éste, en las dimensionales coexistenciales a la nuestra. Por esta habla nos elevamos a imagen del Creador. Somos seres en predilección. Y la misma mente nos dice que ‘valemos y merecemos mucho más’. Y este ‘mucho más’ nos dice a nosotros, que somos su eco, que es alcanzable por el esfuerzo y por la constancia. Si la mente no se pronunciara, nada sabríamos, ni nos moveríamos con sentido en la vida. Es ella la que pone todo el aparataje humano en acción o en quietud. Y sin confundirla con el ‘espíritu’, ella sirve de puente entre ‘cuerpo y espíritu’, así como entre esta dimensión sensible y las dimensiones-luz. Tal es su condición o textura molecular que tiene capacidad de transmutar lo de arriba en lo de abajo y lo de abajo en lo de arriba, y de conjugar la parte en el todo y el todo en la parte. Y es ella la que todo lo percibe y concibe. Es ella la que se abre en raciocinios, la que nos dice que somos entes de libre albedrío, la que nos invita a ponernos en el punto equidistante de los extremos para inclinarnos a una o a otra parte. Es ella la que nos transmite la voz de que el Todopoderoso está detrás de ella. Todopoderoso que en esencia, presencia y potencia todo lo impregna. Y es la misma mente la que dice, y la que interpreta las vibraciones que le vienen de arriba, de abajo, de adentro, de afuera… Ella misma nos pone delante de la Biblia y nos remonta a los orígenes de las primeras palabras de la tradición oral y más tarde de la escritura. Y nos dice también que no debemos rechazar la revelación, pues de ésta le vienen manifestaciones y orientaciones para el mejor tránsito por esta dimensión sensible. Sí ocurre en el ser humano, y es pronunciamiento de la misma mente, que cuando ella se inclina hacia lo de abajo /instintos, tendencias, intereses materiales, etc. / ella misma se envilece. Ella reconoce que su misión principal es servir de puente entre lo de abajo y lo de arriba, y ser elemento de armonía dentro del Todo coexistencial, alimentando así al espíritu que es concomitante de ella. La mente nos evoca al mismo tiempo que nuestro ‘yo’ es su propio eco. Y orgullo de este ‘yo’ es sentirse mente y consustanciarse con las manifestaciones más elevadas de la misma: bondad, belleza, armonía, amor, libertad, justicia, rectitud, verdad… Y algo más dentro de esta serie: saber mirar hacia atrás para, conociendo nuestro pasado, poder mejorar nuestro presente y propender a nuevos horizontes de vida, de salud, de paz… Pero la mente no es sino mente. Ella nace y se desarrolla en nuestro cuerpo; se enferma y muere. El legado más importante que ella nos deja es hablarnos de que no somos sólo cuerpo, sino también espíritu, y que después de esta vida nos aguarda un más allá. Por ella damos valor a la vida y a las demás cosas, y al espíritu.
Así podemos trasladar nuestra atención a nuestros antepasados. Nosotros, en particular, los llamados de cultura occidental, tenemos como punto de partida la Biblia. Y aunque en nuestra cultura han influido otras ideas y civilizaciones que no necesariamente han sido de pensamiento bíblico, el predominio llegó a ser el de la religión monoteísta de ascendencia bíblica. Pensamiento que se hizo religión, y ésta tiñó de religiosa la ley de los hombres. ¿Y cuántas guerras fratricidas no se han desarrollado en el Planeta por esta causa? Quizás la mente cedió el paso a intereses bastardos. La razón, como función mental, se puso al servicio de ellos. Y todavía está sometida a intereses económicos, políticos, y de tanta otra índole como azotan a la humanidad y están destrozando a la madre naturaleza.
Necesidad hay, pues, desde el ‘yo’ como eco de la mente, de revertirnos a lo mental y alimentar la racionalidad con nuevas ideas, con nuevos valores… El poder de la mente permite al ‘yo’ y a los ‘yoes’ interactuarse y emitir juicios de grandeza que dignifiquen nuestra condición de humanos. La animalidad, la brutalidad, en una mente aberrada supera los efectos negativos que los animales puedan ocasionarnos. En los animales privan los instintos, los impulsos, y hasta la fiereza, pero en el hombre esto es mínimo en comparación con la maquinación y saña que un humano descarga sobre su semejante. Comportamiento que se puede denominar ‘irracional’, porque la función de la mente, de la razón, es la de poner cada cosa en su sitio; que es lo mismo que ser justos unos con los otros.
Somos, pues, una especie en evolución. La racionalidad todavía no se ha personificado. Pero en la reversión ‘mente-yo’ hay capacidad para ir subiendo de escaños. Estamos en niveles individuales y sociales, como cualquier otro grupo de animales, si no fuera por los atisbos o relampagazos que da la mente hacia la racionalidad de vez en cuando. Nos faltan peldaños para arribar a lo universal, a lo espiritual y trascendental. Pero, en conclusión, ‘mente-yo’ pueden superar estas etapas.
Soy mente como ente que piensa, que tiene voluntad y libre albedrío para determinar los actos. Y como mente, al pronunciarme ‘yo’, me conjugo en el gran verbo de la mente universal y trascendental que todo lo impregna con su sabiduría y su plugo, y mi ‘yo’ es el eco de ese otro Gran Todo. En los seres inferiores al hombre se da también una expresión, aunque en mínima cuantía, de la mente, que denominamos ‘inteligencia’ /capacidad para resolver cada entidad humana o simplemente animal sus problemas/. Digo que en menor significación en los seres inferiores, porque la inteligencia en el hombre es la única manifestación como tal que adquiere matices realmente de raciocinio, de voluntad, de conciencia, de libre albedrío, de trascendencia…, por lo que nuestra mente es amplia y la de los animales reducida. Dicho de otra manera: en comparación con los animales el hombre posee un radio mental sólo superado por los ángeles /seres al menos posibles que admite la mente/ y por Dios /igualmente SER SUPREMO o GRAN TODO que concibe nuestra mente/. Y la mente adquiere consistencia de ser racional, conciente y espiritual, porque ella tiene la sensación de ser el eco del TODO COEXISTENCIAL. Aquí vale la comparación: La mente es como una gota de agua en el océano que se sabe océano ella misma, y, en consecuencia, puede dictaminar a motu propio: ‘yo soy’ y ‘lo otro también’.
¿Qué pasa, entonces, con la polaridad de posiciones que asumen las mentes hasta extremos, no sólo de enfrentamientos verbales, sino de hechos consumados que lamentar? Una cosa es que cada mente se corresponda a una individualidad, a uno de los grados de LA GRAN CIRCUNFERENCIA, y otra cosa es el empecinamiento de la misma mente, su terquedad, su imposición de raciocinio… ¿Por qué sucede esto? Si examináramos las diferentes gotas de agua que pudiéramos obtener del océano, veríamos las diferencias entre las mismas. Igual ocurriría con los diversos granitos de arena de la playa o con los astros de las pléyades del firmamento, etc. En las individualidades hay diferencias, y por estas diferencias y divergencias es que no perdemos la sensación de ser cada cual su propio ‘yo’ y no ‘lo otro’. Lo grave es cuando esta conciencia del ‘yo’ y del ‘otro’ no está clara; surgen los opuestos, más que como contrarios, como adversarios y enemigos. Por ende la importancia de una mente sana y equilibrada; de una mente armónica: en armonía consigo misma, con sus semejantes y con todo lo demás. ¿Y por qué esto no es así? Porque como entidades humanas hay en nosotros concomitancias de orden natural, como impulsos, tendencias, instintos, inclinaciones…; y otras de carácter social: apegos, intereses, valores, usos y costumbres, hábitos… Nada de esto es malo, sino perfectible y controlable. Y es que en el hombre hay la capacidad mental de la ‘educabilidad’, y de hecho puede educarse para un mayor dominio de su mente sobre los instintos, impulsos, etc., y así poder comportarse como lo que es: un ser racional. Si la naturaleza sigue su curso en el orden de cambios, la mente no puede escapar a ello; pero con una particularidad, según su libre albedrío. Y puede mejorar su conducta personal y su conducta social.
La mente puede crear ciencias y disciplinas. Ciencias y disciplinas que puede substraer de tres ámbitos: del mundo de arriba, cuando se eleva a planos superiores; del mundo de abajo, cuando escudriña las entrañas de las cosas; y de su propia inspiración, vivencias y experiencias. Las fuentes a las que puede recurrir la mente en sus andanzas son copiosas, muy ricas en recursos habidos y por haber. A ella le pertenece el mundo de las coexistencias, en tanto que ella se debe a él en igual forma. Dejan mucho que desear las reyertas entre hermanos de una misma especie, que goza de lo inmediato y de lo trascendental. Para eso está el mundo de las ideas, para arrancar de él substratos de vida, de orden, de equilibrio, de paz, de bienestar. Bien dicho está: "dioses sois". Podemos recorrer los mundos de arriba y los mundos de abajo, y hasta unirlos en función de metas temporales y de lo eterno. Por lo que no debe haber, salvo en mentes enfermizas, disociación o contradicción entre las ciencias y disciplinas aplicadas a la naturaleza de las cosas y las ciencias y disciplinas de creencias y aspiraciones sobrenaturales del hombre. Ambas se complementan en un mismo fin: ambas deben estar al servicio y beneficio del hombre. Infantilismo sería sobreponer unas a las otras. La operación mental que llamamos razón hay que educarla para que aprenda a poner cada cosa en su sitio y en su justo medio. Maravilla es de la mente ejercer en sí la función de auto educarse. Prueba fehaciente, si se lo propone. Sólo una mente educada en Libertad, para la Libertad; en Justicia, para la Justicia; y en Amor, para el Amor…, podría proporcionar a este mundo la paz que tanto anhelamos. Pero nos educamos para la guerra /fabricamos armas de exterminio; comerciamos con droga para anular la mente; usamos la política para favorecer a un grupo de poder, sin importarnos los millones de hermanos que padecen hambre y sed, y de otras privaciones/.
Lamentándolo mucho, hay mentes que se apegan al mundo de abajo y se vuelven densas y no ven más allá de sus narices; todo lo miden de acuerdo a intereses personales o grupales. De hecho ya están desarmonizadas. Ellas mismas dejan ver sus retratos. Y la máxima de Jesús se cumple: "Por los frutos los conoceréis".
Ha llegado la hora, según el Mensaje ‘Clave 9’, de educarnos cósmicamente, sin fronteras y en jerarquía de igualdad, de derechos, de responsabilidades… Y así como individuos estamos enmarcados en un solo espíritu de la especie hombre, y al mismo tiempo en un TODO COEXISTENCIAL, del mismo modo podemos construir y ubicarnos en un contorno social más de libertad, más justo y más amoroso. La terquedad e imposición de unas mentes sobre otras, amparándose en una falsa posesión de la ‘VERDAD’ /que, suelo repetir: la ‘VERDAD’ con mayúscula le queda muy grande al hombre/ da origen a infinidad de conflictos entre los humanos /hasta de guerras infernales/. La ‘VERDAD’ es como EL GRAN TODO, y este TODO no cabe en una de sus partes /en la mente/. Este pronunciamiento lo da la mente sensata, la mente educada en ‘Conciencia Cósmica’, que no en parcialidades, mentiras, intereses…
¡Qué irritante es una mente encerrada en su hedonismo¡ ¡Cuán hostigosa se hace su prepotencia y pretensión de imponerse como la poseedora de la ‘VERDAD’! Rehuye mirarse en el espejo de las convergencias, de las conclusiones justas que sí las hay. Negar ‘lo otro’ que está ante sus ojos, ya es de por sí soberbia y manifiesta intolerancia. Así está el mundo. Así están muchas mentes en su individualidad. A diario observamos /sin juzgar a nadie/ cómo la gente /hasta summa cum laude/, y gente que se dicen estar en el camino de la perfección, se van detrás de quienes ofrecen dádivas y hasta los endiosan, negándose a reconocer fanáticamente la realidad circundante. Siendo ricos, se vuelven miserables. Han entregado lo más precioso de su vida, sus propias energías, a otro, que necesariamente las usará, las explotará y las usufructuará, y hasta en detrimento del que se las cedió, que de hecho perdió de su entidad. Pero no olviden las mentes egoístas e interesadas, y alimentadas en la mentira, que EL GRAN TODO COEXISTENCIAL es armónico, y toda desarmonización resuena en EL. Nadie, en consecuencia, podrá decir ‘yo no fui’. Su yo vibra y deja mensaje impreso en ese GRAN TODO. Y ahí estará posteriormente, si no se resarce la armonía a tiempo, el “chirriar de dientes” de que nos habla Jesús. Queramos que no queramos, aquí estamos. Y esto no lo detiene nada ni nadie. Y para allá vamos. Lo que es, es, y no podrá dejar de ser. Y si nos elevamos, que capacidad tenemos, veremos desde más arriba lo que no se ve desde abajo. Tal es el poder de la mente como parte del GRAN TODO.
Ahora, imaginemos que dos personas van caminando por la calle y, a una, le viene una idea buena y, a otra, mala. Antes de continuar con estas dos ideas habría que preguntar: ¿Qué son las ideas? ¿De dónde vienen las ideas? ¿Por qué unas buenas y otras malas? ¿Por qué vienen, si no las llamamos? Pareciera un acertijo de mente huera. Pero al hombre lo mueven las ideas. El científico, que se ufana de ser el único fabricante de verdades, si no tiene ideas, /‘y bien claras y distintas’/, la pipeta de su laboratorio será estéril. El pintor, si no traza sus líneas, relieves, perspectivas, luces, sombras, etc., sobre el lienzo cristalino de sus ideas preconcebidas, terminará dando brochazos de desconcierto. El poeta, que pasa por una laguna seca y putrefacta, de puro fango maloliente, ¿de dónde puede extraer, crear…, convertir lo pútrido en esbelta flor? Valgan estas mis palabras, aunque no poéticas, de ejemplo: '¡Oh, engañoso muladar, fuente de vida! Eres luz que me inspiras. Suelta esa flor bella y pura… Que, manando de tus entrañas, su perfume me cautiva’. ¿De dónde, si no de las musas que posan allá, donde ya la materia no alcanza? Del mundo de las ideas. Y las ideas asoman en palabras, en imágenes, en símbolos…; sólo esperan plasmarse. Para todo son necesarias. Y decimos que hay ideas buenas y malas. Pero, ¿qué son las ideas?
- Para no caer en divagaciones filosóficas, pues son muchas las teorías sobre esta materia desde los griegos, principalmente Platón, pasando por Descartes, Locke, Kant, etc. Teorías y más teorías. Mas las ideas siguen siendo ideas. Y sea que estén en la mente, sea que aniden y se oculten en otra parte del psiquismo, sea que vengan de afuera…, para efectos de este artículo son como un pronunciamiento que se da en la mente y que la misma mente /vengan de donde vengan/ le da respuesta. A veces podemos confundir idea con sensación, con percepción, con pensamiento, con imagen… Lo cierto es que las ideas hablan, nos incitan e impulsan. Y, o las llevamos a ejecución, o las enfrentamos con raciocinios acallándolas, o las sustituimos por otras que ya tenemos almacenadas y conocidas, o nos dejamos arrastrar por ellas; en pocos casos no las tomamos en cuenta. Pero ¿de dónde vienen las ideas?
Ellas están en su mundo, en el mundo de las ideas. Sólo esperan ser llamadas por un interés, un deseo, una necesidad, por una curiosidad, por una pasión, y hasta por un estado de negligencia o pereza. ¿Y por qué unas son buenas y otras malas?
Aunque lo bueno y lo malo pueda ser tenido como una apreciación de valores, en las ideas suele haber una intencionalidad, una como predisposición a realizarse, y lo que pueda ser bueno para una persona, puede resultar malo para otra, y viceversa. Pero, que vienen ideas positivas y negativas a la mente, es una realidad. ¿Quién puede negar que una idea que conduzca a un hallazgo científico para prevenir una enfermedad no sea positiva? ¿Y quién que invente un químico, por ejemplo, de exterminio masivo y de consecuencias radiactivas hasta para el medio ambiente puede negar que esto no es negativo? Las ideas son como las brujas: ‘de que vuelan, vuelan’. Y lo grave de tales brujas es que le den a uno el escobazo en la cabeza o en donde más duela. ¿Pero, por qué vienen si no las llamamos? A veces surgen las ideas como a borbotones y están que echan humo. A veces hasta son demasiado pobres y escasas. Quizás el estado de ánimo influya en atraer las ideas. Y una idea se atrae o se llama cuando, hemos dicho, hay una necesidad, un interés… Por supuesto que aún no provocándolas intencionalmente, en la mente hay un mecanismo de computarización tan sincronizado y perfecto que aún en el inconsciente y subconsciente se generan las ideas, y ellas, como hadas de cuento infantil, se asoman a la ventana de la conciencia y nos hablan, y hasta nos gritan como incitándonos a la acción. Cuando esto sucede, se oye decir: "Tuve una tentación; era tan irresistible…”. Y es que hay ideas fuertes e ideas débiles. De aquí que prevenga la Biblia: "Estad alerta y vigilad…”. ¿Qué sucede cuando una mente está débil? Puede caer en el suicidio. ¿Y cuando está excitada? Puede cometer tremendas locuras, aun con seres queridos; cuánto no más, si son odiados. Por lo que la Biblia en tal sentido tiene razón. Y, para ‘estar alerta y vigilarnos a nosotros mismos’, no hay como una buena salud mental: a) En el aspecto de salubridad e higiene mental y corporal. b) En el aspecto de una buena educación y formación que atienda lo corporal, lo mental y lo espiritual como elementos interactivos de una misma entidad hombre, como individuo y como miembro social. El hombre no es una entelequia, ni una sombra. El hombre es algo más que “mera forma física en movimiento”. En él se reproduce el eco de la Naturaleza inmediata como el del GRAN TODO COEXISTENCIAL. Y las mismas ideas participan de este eco. Las sociedades modernas, como si oyeran este eco, instrumentan mecanismos preventivos de salud, no sólo en vacunación sobre algunas enfermedades, sino para las desviaciones y abusos del tráfico en carreteras. Si el que maneja un automóvil está dominado por impulsos o por embriaguez etílica, o por sopor de drogas, las consecuencias las conocemos a diario. Si el que vigila a la comunidad no está capacitado para portar un arma de reglamento, ¿qué se puede esperar de él? ¿Y qué tienen que ver las ideas con estas cosas? Porque las ideas son el motor que todo lo mueve, y las ideas se hacen improntas. Si el contenedor de ellas, la mente del hombre, no las domina y las canaliza bien, los resultados son indeseados para el que tenga buen uso de razón. Y el buen uso de razón requiere que la mente se ponga en guardia con sus propias ideas y esté capacitada para conducirlas a efectos positivos, que no negativos por descontrol.
En ‘Clave 9’ nos preparamos para, en ‘Conciencia Cósmica’, poner las ideas en su verdadero sitio y secuencia. Las ideas que emanan de una mente cósmica son de armonía y se manifiestan en frutos de Libertad, de Justicia y de Amor. Y es porque en ‘Clave 9’, antes de dar rienda suelta a las ideas, se aprende primero a dominarlas, vengan de donde vengan; sean buenas o malas. Y son ellas las que tienen que estar al servicio de la razón, y no ésta al servicio o sometimiento de las ideas.
En una mente cósmica, ejercitada armónicamente según Libertad, Justicia y Amor, misión que nos incumbe en ‘Clave 9’ para elevación de la especie, las ideas pasan como por un crisol antes de darles paso al campo de las realizaciones y materializaciones. Hay ideas que no bajan al espacio sensible y perceptible por los sentidos, y quedan en la mente como matriz y guías de ideas posteriores. Estas suelen ser las ideas madres o moldes conformadas por la Libertad, por la Justicia y por el Amor, que llegan a convertirse en ideal cósmico y trascendental que propulsa ‘Clave 9’. Por ende que proclamamos la necesidad de una ‘Educación Cósmica’ que se corresponda con un ideal de Libertad, de Justicia y de Amor. Veamos: Antiguamente el mundo funcionaba conforme a un ideal natural que proporcionaba la vida a la mente del hombre. Era un mundo estático. Más adelante la mente despierta de su natural quietud y comienza a moverse por planteamientos filosóficos que daban dinamismo y expresión a la vida social del hombre. Es el mundo de las elucubraciones. El casillero de la mente como que se abría a las ideas en lo político, en lo económico, en lo cultural, etc., y el mundo estaba sostenido por columnas. Todavía el sol giraba en torno a la tierra. Se abre la mente un poco más y ya deviene la idea de reflexiones más profundas. La mente del hombre pasa de improvisaciones a cálculos científicos. La mente del hombre se abre como una rastreadora al universo y el geocentrismo cede a la nueva idea del heliocentrismo. Ya no es el sol el que gira al rededor de la tierra, sino ésta alrededor del sol. ¿Hemos agotado con esto las ideas de nuevas posibilidades en el movimiento de los astros? Sea lo que fuere, ya se asoman nuevas ideas, al menos en la relación del hombre con su universo. Antes como que el hombre tenía la idea de sometimiento al universo. Ahora la idea se revierte, y es el universo el que se debe al hombre. Y sale a su encuentro, a medirlo, a escudriñarlo. Un ejemplo de que las ideas mueven al hombre, al mundo. Y son las ideas, mediante la mente del hombre, pues no se debe confundir mente con idea /la mente es el continente y la idea el contenido/, las que han de abrir las nuevas relaciones del hombre con el hombre mediante un ideal de Libertad, de Justicia y de Amor. Hacia este ideal que apuntamos y nos encaminamos, y que se traduce en una ‘NUEVA GENERACIÓN’ de hombres más libres, más justos y más amorosos.
No estaría de más apuntar diferencias entre ‘idea’, ‘ideal’, ideología’. La ‘idea’ es manación primaria de la mente, por más que se nutra de otras fuentes /impulsos, instintos, vivencias, experiencias, etc. /, y es ella sola la que se asoma a la ventana del pensamiento y, si es necesario, busca asociaciones de otras congéneres /de otras ideas/. ‘Ideal’. El ideal surge de la misma idea, sea ésta individual o en asociación, y requiere colocarlo como el eje de un sistema cuidadosamente confeccionado. ‘Ideología’. La ideología, partiendo de la idea, trata no sólo de comportarse como ideal, sino que adquiere otros matices de carácter imperativo /credo, dogma, sometimiento, imposición…/. Ejemplificando ‘idea’, ‘ideal’ e ‘ideología’ sería: ‘Idea’, transformar un desierto en vergel; ‘Ideal’, esa misma idea, planificada, elevarla a extrema categoría que sustente al vergel como una proyección de atracción y perdurabilidad /que sería como un nuevo modo de vida en el campo humano/; ‘Ideología’, sea abstracta o concreta, es la idea e ideal del vergel, pero con postura de cánones, exigencias y hasta de implementaciones cercenantes /que en el ámbito humano mutilarían la libertad y otros atributos de nuestro ser/.
Cuando una idea es hermosa, hay que cuidarla y alimentarla desde las alturas del espíritu para hacerla trascendente y duradera. Cuando es mala, hay que cerrarle las puertas del espíritu para que no lo contamine, sacrificarla desde la mente para que no se realice en el plano material. Mas cabría añadir que las ideas no sólo pueden provenir de la vida del hombre mismo, sino también de dimensiones ulteriores y superiores, y hasta del mismo Dios. La Biblia nos dice que la verdadera sabiduría viene de Dios. Y yo, Manuel, acepto y confirmo esto por mis propias experiencias espirituales y mis revelaciones. Nos pertenecemos a un GRAN TODO COEXISTENCIAL y de El podemos recibir también ideas.
Partiendo del criterio de que la mente tiene su asiento en el cerebro, y el cerebro está alojado en la caja craneana, es en la masa cerebral donde se dan los prodigios y maravillas de esta vida; donde se gestan las ideas, los pensamientos; donde adquieren categoría los sentimientos, el dolor, la alegría, la fe, el espíritu de trascendencia. Y ahí está la mente, como la mayor y más específica operación del cerebro de nuestra especie. Hasta el punto de poder decir que ‘el hombre es lo que lleva en su mente’. Si éxitos, se emociona, se exalta acomete empresas… Si fracasos, se entristece, se deprime, pierde entusiasmo, decae en sus propósitos. Se ha de tener una personalidad muy bien solidificada para actuar ecuánimente en cualquier circunstancia, próspera o adversa. Y esta personalidad, precisamente es la que surge en el proceso de ‘Clave 9’ mediante la toma de la ‘Conciencia Cósmica’, que se logra por el ejercicio armónico de la Libertad, de la Justicia y del Amor, y que es el objetivo fundamental de ‘Clave 9’. –Y aprovecho la oportunidad para invitar al amable lector a que no se quede indiferente ante este mensaje, sino a que profundice en su estudio y práctica; poco a poco notará la diferencia entre su estado de ahora y las sorpresas que le esperan-.
Si el ser humano se desenvuelve en un buen ambiente cultural que le suministre elementos para fabricar ideas sanas y productivas, el hombre se hace creativo, y sus obras pueden ser admirables y de bienestar social; si su ambiente es negativo, los frutos no se dejarán esperar en la misma proporción. Esta es la regla general. Y es así cómo una sociedad, cuyos valores sean bélicos, de conquistas, de ambiciones territoriales y de otros dominios, conduce infaliblemente a la guerra. Sus gentes son inducidas a la violencia. Se crían los niños, incluso, en un ambiente de lucha de contrarios, en el que sus juegos son de guerra, convirtiéndose en carnadas fáciles para el frente de batalla. En sus mentes se han inculcado ideas y valores que los hacen proclives a creer tener delante de sí un enemigo, que simplemente puede ser alguien que no esté de acuerdo con sus criterios. Por el contrario, una sociedad de valores pacíficos, de laboriosidad, de respeto por los derecho humanos y de siembra de responsabilidades, de orden y bien social, se cuida de que sus instituciones, sobre todo educativas, alimenten las frágiles mentes de los niños, y de sus adultos, con ideas sanas y de progreso social y en beneficio de todos, abriéndose a otros valores universales y aportando los suyos a otras comunidades. Sobre todo esto tan necesario en las perspectivas de universalidad que exigen los nuevos tiempos, para una humanidad más libre, más justa y más amorosa. Lamentablemente todavía hay naciones que están en las cavernas, más que de la antigüedad, del medioevo, que es más nefasto por sus ideas recalcitrantes y oscurantistas. De manera que, si ‘el hombre es lo que lleva en su mente’, considero que ya es hora de educar cósmicamente al niño, para que tengamos un joven y un adulto preparados para la nueva contienda que aguarda a la humanidad en su conquista por un mundo mejor: de verdadera paz y posible felicitad en el Planeta Tierra, al tiempo que estimule su espíritu de conquista del Universo, que se le presenta más que como panorama de belleza inaudita, como un desafío a su mente universal y trascendental, que nada de esto está reñido con ser hijos de Dios /y “dioses sois”/. Y como dioses, que no como espíritus diabólicos, debemos vivir y comportarnos, en honor a lo que somos como parte de la GRAN DEIDAD.
Enfatizamos en la influencia que de hecho ejerce la educación sobre la comunidad y sobre los individuos. Y aunque es verdad que toda regla tiene su excepción, pues los moldes de la naturaleza y de la ciencia humana dejan escapar algunas particularidades/ lo manso de lo fiero, y lo fiero de lo manso/, lo cierto también es que cuando ha habido, según casos que registra la historia, algunas civilizaciones de elevado índice formativo según sus normas de vida, el florecimiento de las artes, de la ciencia, de la industria, de la agricultura, etc., se ha manifestado, y tanto comunidad como individuos, en reciprocidad, han gozado de sus beneficios. Por supuesto que tal florecimiento ha estado dirigido por la mente del hombre. En la mente del hombre había esas cosas positivas, el fruto no podía ser otro que la positividad. Cuando la mente la ocupa lo negativo /malicia, desidia, abominaciones, corrupción, injusticias varias…/, lleno de tristeza que contar está el mundo, sin excluir el momento actual.
De manera que, si queremos un mundo mejor, tenemos que construirlo. Y lo primero que tenemos que hacer es encender la lámpara mental. Que se iluminen las ideas para que den esplendor a nuestras vidas. La primera idea que hay que prender es la de una buena educación que abarque los más y posibles aspectos de la vida del hombre, sin mutilar a ninguno de ellos. Sí hay que empezar desde ya a redimensionar muchos conceptos acerca de Dios, del hombre, del mundo, de la vida y de las cosas, en función de un mundo mejor en el que todos quepamos sin distingos de razas ni posiciones económicas, ni de otras discriminaciones. Ya la ciencia, las religiones y las metafísicas, dentro de sus respectivas ramas del conocimiento, han llegado a una misma conclusión: relación cerebro-mente; mente-cerebro. E igualmente coinciden en aceptar corrientes eléctricas en el cerebro que se encargan, en conexiones de neuronas unas con otras, de transmitir los mensajes de afuera hacia adentro, de adentro hacia fuera y de adentro a adentro. Una falla en determinados circuitos puede afectar marcadamente a la mente y a sus consecuentes pronunciamientos, surgiendo distorsiones que se pueden extremar en idiotez, demencia, psicosis, neurosis, fijaciones, excentricidades, aberraciones, etc... Y todo ello en un sujeto de carne y hueso, en un ser humano. ¡Pobre humanidad, carcomida cada día más de insatisfacciones, frivolidades, apetencias desordenadas, sexualidad desmedida, drogadicción…, y añada cada cual algo del mundo que le rodea
Mas no es mi propósito infundir miedos o pesimismo. Mi tesis en ‘Clave 9’ es que ‘valemos y merecemos mucho más’. Y es en este orden del pensamiento en el que, a través de estas líneas, pretendo comunicarme con mis semejantes para invitarlos a reflexión y a asumir posiciones como lo que somos: seres racionales, dotados no sólo de conciencia, sino de espíritu, éste como singular investidura de seres privilegiados en esta dimensión, y sin ello bien valdría consumar la sentencia: "Comamos y bebamos que mañana moriremos”. Y por demás está decir que a nadie le gusta que lo califiquen de ‘animal’, ‘bicho’; su reacción es inmediata, pues se siente ofendido. ¿Ofendido de qué? Aunque tal o cual no lo conciencie, de su interno sale inconcientemente el rechazo. En realidad es porque nuestra esencia es de índole espiritual. Eso que viene dado como concomitancia en la potencialidad de la materia y que luego se plasma como verdadera entidad en nuestra configuración humana. ¡Allá los videntes que se hacen los ciegos para no ver sino la inmediatez y las conveniencias y complacencias de su cuerpo! Para ellos es también eso de “mente sana en cuerpo sano”; una mente capaz de discernir entre lo de ‘arriba’ y lo de ‘abajo’. Y la sanidad de la mente no sólo entra por una buena alimentación física, sino por una educación, que hemos dado en llamar ‘cósmica’, sin impedimentos, sin fronteras, que atienda además del buen funcionamiento eléctrico de las neuronas, las leyes de la trascendencia y ubiquen al espíritu en su verdadero sitial. Y conforme a un ideal de vida /de Libertad, de Justicia y de Amor/ orientar al hombre. Es así cómo el hombre encuentra sentido y plenitud, y justificación a su presencia en este mundo. Mal trabajaría una razón puesta al servicio de la materia y del azar como destino. Por el contrario, es altamente visible y demostrado a través de los tiempos cómo un alma que se eleva por encima de los avatares de este mundo manifiesta un comportamiento que escapa al del hombre sumido en las cosas mundanas. Se siente realizada. Está por encima de los impulsos, de los instintos, de los apegos… Y esto que digo no es religión, ni beatería, ni cursilería, como lo podría sentenciar apriorísticamente una mente racionalista o hedonista. Hablo desde un peldaño de la misma vida, desde un escalón que a todos nos pertenece por esencia y el cual muchos no quieren pisar por temor /equivocada creencia/ a perder entidad o bienes terrenales, o placeres, o comodidades. Pero, como toda moneda: cara o cruz; no hay término medio. Si se alimenta lo de arriba, el espíritu, se beneficia lo de abajo: el cuerpo halla reposo y las demás cosas que le circundan se armonizan con el mismo cuerpo / en la medida en que la ley del espíritu obra sobre ellas/. Indiscutiblemente que lo individual repercutiría en lo social, y consecuentemente las sociedades se abrirían a nuevas posibilidades de realización para la misma especie. Esto no sucedería, ni sucederá, mientras lo espiritual esté bajo la cubierta de religiones e ideologías. Una cosa es el Mensaje de Dios, impreso en el mismo corazón del hombre, como decía Jesús: "el reino de los cielos está dentro de vosotros”; y otra cosa es la religión, que aunque no es mala, tiene secuelas secundarias de fanatismo, dogmatismo. En ella hay ductores jerarcas que imponen estrechos criterios bajo el seductor atractivo de una fe que garantiza la dicha eterna. Como si se tratara de una peculiar parcela de borregos que tienen un pastor propietario y tienen que pastar y balar conforme al capricho de su amo. El único amo es Dios, ‘EL GRAN TODO’. Nosotros somos cada uno parte de este TODO. Y, si algo necesitamos, y capacidad para ello tenemos, es sincronizarnos con EL. No excluyo, al pastor de almas, aquella persona que por su elevación espiritual tienda la mano a sus hermanos menores para que no caigan por el precipicio de la banalidad. Jesús autoriza a un hombre llamado Pedro para que cuidara de sus “ovejas”: de aquellos que “en espíritu y en verdad” estén dispuestos a adorar al Padre; de aquellos que estén dispuestos a tomar la cruz /la realidad de esta vida/ y ofrendarla a Dios. Y Jesús tiene un mensaje muy claro. Él habla de que el deseo del Padre es que seamos “verdaderamente libres” por la verdad, que es la expresión del amor y de la justicia. Jesús excluye todo lo espurio. Su mensaje no es religión, sino palabras de vida eterna. Y yo, Manuel, en convencimiento, me abrazo con Jesús. Y Jesús, como ya he mostrado, y lo haré en otras ocasiones específicas, se me revela con frecuencia. ¿Increíble? Escudriñad mis escritos y las imágenes /fotos/ con que los suelo acompañar.
Mas continuemos con la mente. La mente es terrible; también sublime. Pero es el único enlace que nos lleva a conciencia y nos conecta no sólo con ‘EL GRAN TODO’ y con los otros yoes, sino con nosotros mismos. La mente es el ‘anverso’ de la Madre Naturaleza, la cual a su vez es el ‘reverso’ de la misma mente. Y así como la Madre Naturaleza es nuestro ‘reverso’ es al mismo tiempo el ‘anverso’ del ‘GRAN TODO, de ‘EL PODER-DIOS’, que está siempre detrás de toda existencia. Dios en sí es ‘anverso-reverso’. Concebimos ‘anverso’ como lo que se manifiesta en primer plano; ‘reverso’, lo que respalda y propicia la manifestación del ‘anverso’. Lo maravilloso es que somos capaces de transmutar nuestro ‘anverso’ en ‘reverso’, que sería: siendo individuos reconocer que nos pertenecemos a la Naturaleza, y nos podemos remontar de igual manera hasta Dios, al Relojero de este nuestro ‘tictac’. Por supuesto que esta capacidad de remontarse y/o de trascender esferas depende del radio mental de cada sujeto. También juega un papel preponderante en dicha función la frecuencia que tenga la mente para pronunciarse y proyectarse. Generalmente radio y frecuencia suelen conformar una definitoria de captación y de acción. Por ende que lo que una persona no ve, porque su radio mental es corto y su frecuencia limitada, lo puede ver otra persona de mayor amplitud de radio o frecuencia. Ejemplo sencillo: La mayor medida de radio mental y de frecuencia de la mente la tiene una persona que está en un estadio superior de visión. Pedro respecto a Juan. Pedro está en lo alto de la montaña y ve lo que desde abajo no ve Juan. Y, porque Juan no vea, no quiere decir esto que tiene autoridad para negar lo que Pedro está observando y disfrutando incluso desde su altura. ¡Cuántos Juanes no hay que lo niegan todo a priori! Y es que en sus mentes falta algo: o bien que la naturaleza no se lo ha dado o que, habiéndoselo dado, no lo ha desarrollado. Cada cual saque sus conclusiones de sus experiencias en la vida real. Somos una especie privilegiada en este Planeta. Valemos y merecemos mucho más; tanto cuanto nos lo propongamos. La mente no sólo pare ideas, sino incentivos, motivaciones, sentimientos de grandeza…, para nuestra realización. ¡Animo! En ‘Clave 9’ tenemos una fórmula cósmica para elevar lo individual a lo social, a lo universal y trascendental, y llegar a gustar desde acá lo de allá.
La Biblia parte de mitos, leyendas y supersticiones de pueblos primitivos. Mitos y leyendas, etc., que, en las diferentes comunidades ancestrales /y todavía las hay/, se han enraizado con la vida y con la mente de sus habitantes, y han surgido dioses, hechizos, encantos y espantos; y espíritus favorecedores y maléficos… Y siga usted contando. El caso es que en la mente del hombre hay creencias que se hacen como raíces que dan consistencia al moverse humano sobre este Planeta. Y las creencias se abren generalmente en religiones o en doctrinas cerradas. Basta recurrir a la Biblia, al Srimad Bhagavatam, al Bhagavad Gita, al Chilan Balan, al Popol Vuh… Hasta nacer en nuestra mente un concepto de Dios, de un más allá, de una gloria, de un purgatorio y de un infierno.
Hasta aquí todo esto se nos presenta como un desvarío de nuestra mente y nada más; un invento, si se quiere, y un aprovechamiento de los más privilegiados sobre los más humildes e ignorantes, así hasta ser calificada la religión como “el opio de los pueblos”. Y han transcurrido siglos y milenios, y los hombres como que siempre han estado divididos en dos categorías radicales: los que han dado asidero a sus creencias y los que dicen no creer en nada y que lo que importa en vivir y gozar la vida, que es lo único, dicen, nos llevamos. Pero resulta ser que la mente no sólo fabrica, en base a su ignorancia, los mitos y las leyendas y los ritos… La mente es más poderosa. La mente es capaz de penetrar no solamente en el campo de los sentidos, sino que se remonta a esferas de trascendencia y se pronuncia: ‘Estar aquí tiene que tener una significación’, ‘todo un orden tan perfecto’, ‘como si hubiera detrás de este todo un ente hacedor y regidor’… Y es que, por más que nos inclinemos hacia lo inmediato, ‘la duda’ anida también en la mente. Y ésta trata de hallar una explicación a su mismo pensar. Y llega un momento en que la mente se estremece, y capta que ella se pertenece a un ‘TODO ÚNICO’; que ella no es una quimera o pasatiempo, sino una realidad con fines precisos y concisos, y que no somos quiénes para negar posibilidades. La mente misma se siente como la voz de ese ‘GRAN TODO’. Y con tal sentimiento y percepción se lanza a la búsqueda y al encuentro, y, sí, acepta que los mitos, las leyendas, las supersticiones, etc., son asiento histórico de la humanidad, pero que, aún en ese infantilismo del conocimiento, hay una luz superior y rectora tangible a ella misma como ‘mente’. Luz que acusa de que somos una realidad viviente, pensante, espiritual y trascendente, y que nos sustenta una ‘GRAN PRESENCIA’.
La mente, como su todo tangente inmediato, la naturaleza, sigue los mismos pasos, el mismo ritmo, la misma evolución, tanto como entidad individual como entidad colectiva e histórica. ¿Más, qué es la mente? Sin formulaciones teóricas /teóricas, al fin/, lo comúnmente inteligible es decir que la mente es una actividad más, aunque la principal en nuestra especie, del cerebro. De hecho tal actividad se localiza en el cerebro y no en ninguna otra parte del organismo. Y el cerebro es como la caja receptora-efectora de todo el mecanismo humano. El cerebro, a través de los sentidos, recibe estímulos y da respuestas. Un organismo descerebrado a lo sumo recibe estímulos y da respuestas a nivel inferior, como pueda suceder en una planta cuyo movimiento obedece a estímulos de luz, e incluso, como la hierba que se encoge y adormece al tocarla. En fin, lo que nos interesa ahora no es un estudio científico a nivel biológico, fisiológico o neurofuncional, sino la mente, como elemento que conduce la vida del hombre. Sin ella seríamos autómatas, zombis…, marionetas a merced de los vientos que soplen.
Si bien la ciencia y la tecnología han llegado a descubrir las áreas y las funciones de la mente localizadas en el cerebro, no por ello han podido pasar más allá: tocarla a ella como tal y fotografiarla. Sólo se sabe de sus funciones y de su asiento en el cerebro. Pero como funciones en sí, encierra el habla del universo con sus enigmas o misterios, y hasta el misterio se nos daría por el habla mental, pues la mente se engendra en la potencialidad de la misma materia. Y, ¡oh sublimidad!, yo como persona, que piensa, que siente y que quiere…, viniendo de los antros del magma cósmico, soy aquí y ahora eso mismo, pero hablando, pensando. Y si soy así aquí y ahora, ¿quién es qué para negar las posibilidades de mi ser en estadios superiores de evolución, e incluso que en la misma materia exista la posibilidad espiritual que, al hito muerte, pasemos a otra dimensión? Por tal razón los mitos, las leyendas, las historietas y supersticiones, espantos y apariciones de espíritus, tengan un significado más hondo del que los empíricos del conocimiento les han atribuido. Quizás sean los balbuceos de la humanidad incipiente. De hecho son las bases del pensamiento de hoy. Sin esas manifestaciones que suelen ser conceptuadas de primitivas no hubiéramos logrado el pensamiento actual. ‘EL GRAN TODO’ nos envuelve, y seguimos su ritmo. Y lo bello de verdad es que desde aquí y desde ahora tenemos la capacidad de revertir el pasado en presente y de proyectarnos a lo que todavía no se ha materializado, lo futuro. Y es que somos ‘mentes’, y si hallamos explicación y damos contenidos a las cosas, es por la ‘mente’.
Si bien nadie da lo que no tiene, y la naturaleza da mente, podemos concluir que la naturaleza es mental. Y la mente, sin confundirla ni con el cuerpo ni con el espíritu, pues es una función del cerebro, tiene procesos mentales superiores, tales como: abstracciones, reflexiones, introyecciones, proyecciones, voliciones, y un almacén muy peculiar de memoria y conciencia, y otras operaciones. Nuestra mente es el habla de la misma naturaleza. Y esta habla es acuciosa, penetrante, escudriñadora…, capaz de emitir sonidos y de captar lo insondable en el universo, y hasta en el más allá de éste, en las dimensionales coexistenciales a la nuestra. Por esta habla nos elevamos a imagen del Creador. Somos seres en predilección. Y la misma mente nos dice que ‘valemos y merecemos mucho más’. Y este ‘mucho más’ nos dice a nosotros, que somos su eco, que es alcanzable por el esfuerzo y por la constancia. Si la mente no se pronunciara, nada sabríamos, ni nos moveríamos con sentido en la vida. Es ella la que pone todo el aparataje humano en acción o en quietud. Y sin confundirla con el ‘espíritu’, ella sirve de puente entre ‘cuerpo y espíritu’, así como entre esta dimensión sensible y las dimensiones-luz. Tal es su condición o textura molecular que tiene capacidad de transmutar lo de arriba en lo de abajo y lo de abajo en lo de arriba, y de conjugar la parte en el todo y el todo en la parte. Y es ella la que todo lo percibe y concibe. Es ella la que se abre en raciocinios, la que nos dice que somos entes de libre albedrío, la que nos invita a ponernos en el punto equidistante de los extremos para inclinarnos a una o a otra parte. Es ella la que nos transmite la voz de que el Todopoderoso está detrás de ella. Todopoderoso que en esencia, presencia y potencia todo lo impregna. Y es la misma mente la que dice, y la que interpreta las vibraciones que le vienen de arriba, de abajo, de adentro, de afuera… Ella misma nos pone delante de la Biblia y nos remonta a los orígenes de las primeras palabras de la tradición oral y más tarde de la escritura. Y nos dice también que no debemos rechazar la revelación, pues de ésta le vienen manifestaciones y orientaciones para el mejor tránsito por esta dimensión sensible. Sí ocurre en el ser humano, y es pronunciamiento de la misma mente, que cuando ella se inclina hacia lo de abajo /instintos, tendencias, intereses materiales, etc. / ella misma se envilece. Ella reconoce que su misión principal es servir de puente entre lo de abajo y lo de arriba, y ser elemento de armonía dentro del Todo coexistencial, alimentando así al espíritu que es concomitante de ella. La mente nos evoca al mismo tiempo que nuestro ‘yo’ es su propio eco. Y orgullo de este ‘yo’ es sentirse mente y consustanciarse con las manifestaciones más elevadas de la misma: bondad, belleza, armonía, amor, libertad, justicia, rectitud, verdad… Y algo más dentro de esta serie: saber mirar hacia atrás para, conociendo nuestro pasado, poder mejorar nuestro presente y propender a nuevos horizontes de vida, de salud, de paz… Pero la mente no es sino mente. Ella nace y se desarrolla en nuestro cuerpo; se enferma y muere. El legado más importante que ella nos deja es hablarnos de que no somos sólo cuerpo, sino también espíritu, y que después de esta vida nos aguarda un más allá. Por ella damos valor a la vida y a las demás cosas, y al espíritu.
Así podemos trasladar nuestra atención a nuestros antepasados. Nosotros, en particular, los llamados de cultura occidental, tenemos como punto de partida la Biblia. Y aunque en nuestra cultura han influido otras ideas y civilizaciones que no necesariamente han sido de pensamiento bíblico, el predominio llegó a ser el de la religión monoteísta de ascendencia bíblica. Pensamiento que se hizo religión, y ésta tiñó de religiosa la ley de los hombres. ¿Y cuántas guerras fratricidas no se han desarrollado en el Planeta por esta causa? Quizás la mente cedió el paso a intereses bastardos. La razón, como función mental, se puso al servicio de ellos. Y todavía está sometida a intereses económicos, políticos, y de tanta otra índole como azotan a la humanidad y están destrozando a la madre naturaleza.
Necesidad hay, pues, desde el ‘yo’ como eco de la mente, de revertirnos a lo mental y alimentar la racionalidad con nuevas ideas, con nuevos valores… El poder de la mente permite al ‘yo’ y a los ‘yoes’ interactuarse y emitir juicios de grandeza que dignifiquen nuestra condición de humanos. La animalidad, la brutalidad, en una mente aberrada supera los efectos negativos que los animales puedan ocasionarnos. En los animales privan los instintos, los impulsos, y hasta la fiereza, pero en el hombre esto es mínimo en comparación con la maquinación y saña que un humano descarga sobre su semejante. Comportamiento que se puede denominar ‘irracional’, porque la función de la mente, de la razón, es la de poner cada cosa en su sitio; que es lo mismo que ser justos unos con los otros.
Somos, pues, una especie en evolución. La racionalidad todavía no se ha personificado. Pero en la reversión ‘mente-yo’ hay capacidad para ir subiendo de escaños. Estamos en niveles individuales y sociales, como cualquier otro grupo de animales, si no fuera por los atisbos o relampagazos que da la mente hacia la racionalidad de vez en cuando. Nos faltan peldaños para arribar a lo universal, a lo espiritual y trascendental. Pero, en conclusión, ‘mente-yo’ pueden superar estas etapas.
Soy mente como ente que piensa, que tiene voluntad y libre albedrío para determinar los actos. Y como mente, al pronunciarme ‘yo’, me conjugo en el gran verbo de la mente universal y trascendental que todo lo impregna con su sabiduría y su plugo, y mi ‘yo’ es el eco de ese otro Gran Todo. En los seres inferiores al hombre se da también una expresión, aunque en mínima cuantía, de la mente, que denominamos ‘inteligencia’ /capacidad para resolver cada entidad humana o simplemente animal sus problemas/. Digo que en menor significación en los seres inferiores, porque la inteligencia en el hombre es la única manifestación como tal que adquiere matices realmente de raciocinio, de voluntad, de conciencia, de libre albedrío, de trascendencia…, por lo que nuestra mente es amplia y la de los animales reducida. Dicho de otra manera: en comparación con los animales el hombre posee un radio mental sólo superado por los ángeles /seres al menos posibles que admite la mente/ y por Dios /igualmente SER SUPREMO o GRAN TODO que concibe nuestra mente/. Y la mente adquiere consistencia de ser racional, conciente y espiritual, porque ella tiene la sensación de ser el eco del TODO COEXISTENCIAL. Aquí vale la comparación: La mente es como una gota de agua en el océano que se sabe océano ella misma, y, en consecuencia, puede dictaminar a motu propio: ‘yo soy’ y ‘lo otro también’.
¿Qué pasa, entonces, con la polaridad de posiciones que asumen las mentes hasta extremos, no sólo de enfrentamientos verbales, sino de hechos consumados que lamentar? Una cosa es que cada mente se corresponda a una individualidad, a uno de los grados de LA GRAN CIRCUNFERENCIA, y otra cosa es el empecinamiento de la misma mente, su terquedad, su imposición de raciocinio… ¿Por qué sucede esto? Si examináramos las diferentes gotas de agua que pudiéramos obtener del océano, veríamos las diferencias entre las mismas. Igual ocurriría con los diversos granitos de arena de la playa o con los astros de las pléyades del firmamento, etc. En las individualidades hay diferencias, y por estas diferencias y divergencias es que no perdemos la sensación de ser cada cual su propio ‘yo’ y no ‘lo otro’. Lo grave es cuando esta conciencia del ‘yo’ y del ‘otro’ no está clara; surgen los opuestos, más que como contrarios, como adversarios y enemigos. Por ende la importancia de una mente sana y equilibrada; de una mente armónica: en armonía consigo misma, con sus semejantes y con todo lo demás. ¿Y por qué esto no es así? Porque como entidades humanas hay en nosotros concomitancias de orden natural, como impulsos, tendencias, instintos, inclinaciones…; y otras de carácter social: apegos, intereses, valores, usos y costumbres, hábitos… Nada de esto es malo, sino perfectible y controlable. Y es que en el hombre hay la capacidad mental de la ‘educabilidad’, y de hecho puede educarse para un mayor dominio de su mente sobre los instintos, impulsos, etc., y así poder comportarse como lo que es: un ser racional. Si la naturaleza sigue su curso en el orden de cambios, la mente no puede escapar a ello; pero con una particularidad, según su libre albedrío. Y puede mejorar su conducta personal y su conducta social.
La mente puede crear ciencias y disciplinas. Ciencias y disciplinas que puede substraer de tres ámbitos: del mundo de arriba, cuando se eleva a planos superiores; del mundo de abajo, cuando escudriña las entrañas de las cosas; y de su propia inspiración, vivencias y experiencias. Las fuentes a las que puede recurrir la mente en sus andanzas son copiosas, muy ricas en recursos habidos y por haber. A ella le pertenece el mundo de las coexistencias, en tanto que ella se debe a él en igual forma. Dejan mucho que desear las reyertas entre hermanos de una misma especie, que goza de lo inmediato y de lo trascendental. Para eso está el mundo de las ideas, para arrancar de él substratos de vida, de orden, de equilibrio, de paz, de bienestar. Bien dicho está: "dioses sois". Podemos recorrer los mundos de arriba y los mundos de abajo, y hasta unirlos en función de metas temporales y de lo eterno. Por lo que no debe haber, salvo en mentes enfermizas, disociación o contradicción entre las ciencias y disciplinas aplicadas a la naturaleza de las cosas y las ciencias y disciplinas de creencias y aspiraciones sobrenaturales del hombre. Ambas se complementan en un mismo fin: ambas deben estar al servicio y beneficio del hombre. Infantilismo sería sobreponer unas a las otras. La operación mental que llamamos razón hay que educarla para que aprenda a poner cada cosa en su sitio y en su justo medio. Maravilla es de la mente ejercer en sí la función de auto educarse. Prueba fehaciente, si se lo propone. Sólo una mente educada en Libertad, para la Libertad; en Justicia, para la Justicia; y en Amor, para el Amor…, podría proporcionar a este mundo la paz que tanto anhelamos. Pero nos educamos para la guerra /fabricamos armas de exterminio; comerciamos con droga para anular la mente; usamos la política para favorecer a un grupo de poder, sin importarnos los millones de hermanos que padecen hambre y sed, y de otras privaciones/.
Lamentándolo mucho, hay mentes que se apegan al mundo de abajo y se vuelven densas y no ven más allá de sus narices; todo lo miden de acuerdo a intereses personales o grupales. De hecho ya están desarmonizadas. Ellas mismas dejan ver sus retratos. Y la máxima de Jesús se cumple: "Por los frutos los conoceréis".
Ha llegado la hora, según el Mensaje ‘Clave 9’, de educarnos cósmicamente, sin fronteras y en jerarquía de igualdad, de derechos, de responsabilidades… Y así como individuos estamos enmarcados en un solo espíritu de la especie hombre, y al mismo tiempo en un TODO COEXISTENCIAL, del mismo modo podemos construir y ubicarnos en un contorno social más de libertad, más justo y más amoroso. La terquedad e imposición de unas mentes sobre otras, amparándose en una falsa posesión de la ‘VERDAD’ /que, suelo repetir: la ‘VERDAD’ con mayúscula le queda muy grande al hombre/ da origen a infinidad de conflictos entre los humanos /hasta de guerras infernales/. La ‘VERDAD’ es como EL GRAN TODO, y este TODO no cabe en una de sus partes /en la mente/. Este pronunciamiento lo da la mente sensata, la mente educada en ‘Conciencia Cósmica’, que no en parcialidades, mentiras, intereses…
¡Qué irritante es una mente encerrada en su hedonismo¡ ¡Cuán hostigosa se hace su prepotencia y pretensión de imponerse como la poseedora de la ‘VERDAD’! Rehuye mirarse en el espejo de las convergencias, de las conclusiones justas que sí las hay. Negar ‘lo otro’ que está ante sus ojos, ya es de por sí soberbia y manifiesta intolerancia. Así está el mundo. Así están muchas mentes en su individualidad. A diario observamos /sin juzgar a nadie/ cómo la gente /hasta summa cum laude/, y gente que se dicen estar en el camino de la perfección, se van detrás de quienes ofrecen dádivas y hasta los endiosan, negándose a reconocer fanáticamente la realidad circundante. Siendo ricos, se vuelven miserables. Han entregado lo más precioso de su vida, sus propias energías, a otro, que necesariamente las usará, las explotará y las usufructuará, y hasta en detrimento del que se las cedió, que de hecho perdió de su entidad. Pero no olviden las mentes egoístas e interesadas, y alimentadas en la mentira, que EL GRAN TODO COEXISTENCIAL es armónico, y toda desarmonización resuena en EL. Nadie, en consecuencia, podrá decir ‘yo no fui’. Su yo vibra y deja mensaje impreso en ese GRAN TODO. Y ahí estará posteriormente, si no se resarce la armonía a tiempo, el “chirriar de dientes” de que nos habla Jesús. Queramos que no queramos, aquí estamos. Y esto no lo detiene nada ni nadie. Y para allá vamos. Lo que es, es, y no podrá dejar de ser. Y si nos elevamos, que capacidad tenemos, veremos desde más arriba lo que no se ve desde abajo. Tal es el poder de la mente como parte del GRAN TODO.
Ahora, imaginemos que dos personas van caminando por la calle y, a una, le viene una idea buena y, a otra, mala. Antes de continuar con estas dos ideas habría que preguntar: ¿Qué son las ideas? ¿De dónde vienen las ideas? ¿Por qué unas buenas y otras malas? ¿Por qué vienen, si no las llamamos? Pareciera un acertijo de mente huera. Pero al hombre lo mueven las ideas. El científico, que se ufana de ser el único fabricante de verdades, si no tiene ideas, /‘y bien claras y distintas’/, la pipeta de su laboratorio será estéril. El pintor, si no traza sus líneas, relieves, perspectivas, luces, sombras, etc., sobre el lienzo cristalino de sus ideas preconcebidas, terminará dando brochazos de desconcierto. El poeta, que pasa por una laguna seca y putrefacta, de puro fango maloliente, ¿de dónde puede extraer, crear…, convertir lo pútrido en esbelta flor? Valgan estas mis palabras, aunque no poéticas, de ejemplo: '¡Oh, engañoso muladar, fuente de vida! Eres luz que me inspiras. Suelta esa flor bella y pura… Que, manando de tus entrañas, su perfume me cautiva’. ¿De dónde, si no de las musas que posan allá, donde ya la materia no alcanza? Del mundo de las ideas. Y las ideas asoman en palabras, en imágenes, en símbolos…; sólo esperan plasmarse. Para todo son necesarias. Y decimos que hay ideas buenas y malas. Pero, ¿qué son las ideas?
- Para no caer en divagaciones filosóficas, pues son muchas las teorías sobre esta materia desde los griegos, principalmente Platón, pasando por Descartes, Locke, Kant, etc. Teorías y más teorías. Mas las ideas siguen siendo ideas. Y sea que estén en la mente, sea que aniden y se oculten en otra parte del psiquismo, sea que vengan de afuera…, para efectos de este artículo son como un pronunciamiento que se da en la mente y que la misma mente /vengan de donde vengan/ le da respuesta. A veces podemos confundir idea con sensación, con percepción, con pensamiento, con imagen… Lo cierto es que las ideas hablan, nos incitan e impulsan. Y, o las llevamos a ejecución, o las enfrentamos con raciocinios acallándolas, o las sustituimos por otras que ya tenemos almacenadas y conocidas, o nos dejamos arrastrar por ellas; en pocos casos no las tomamos en cuenta. Pero ¿de dónde vienen las ideas?
Ellas están en su mundo, en el mundo de las ideas. Sólo esperan ser llamadas por un interés, un deseo, una necesidad, por una curiosidad, por una pasión, y hasta por un estado de negligencia o pereza. ¿Y por qué unas son buenas y otras malas?
Aunque lo bueno y lo malo pueda ser tenido como una apreciación de valores, en las ideas suele haber una intencionalidad, una como predisposición a realizarse, y lo que pueda ser bueno para una persona, puede resultar malo para otra, y viceversa. Pero, que vienen ideas positivas y negativas a la mente, es una realidad. ¿Quién puede negar que una idea que conduzca a un hallazgo científico para prevenir una enfermedad no sea positiva? ¿Y quién que invente un químico, por ejemplo, de exterminio masivo y de consecuencias radiactivas hasta para el medio ambiente puede negar que esto no es negativo? Las ideas son como las brujas: ‘de que vuelan, vuelan’. Y lo grave de tales brujas es que le den a uno el escobazo en la cabeza o en donde más duela. ¿Pero, por qué vienen si no las llamamos? A veces surgen las ideas como a borbotones y están que echan humo. A veces hasta son demasiado pobres y escasas. Quizás el estado de ánimo influya en atraer las ideas. Y una idea se atrae o se llama cuando, hemos dicho, hay una necesidad, un interés… Por supuesto que aún no provocándolas intencionalmente, en la mente hay un mecanismo de computarización tan sincronizado y perfecto que aún en el inconsciente y subconsciente se generan las ideas, y ellas, como hadas de cuento infantil, se asoman a la ventana de la conciencia y nos hablan, y hasta nos gritan como incitándonos a la acción. Cuando esto sucede, se oye decir: "Tuve una tentación; era tan irresistible…”. Y es que hay ideas fuertes e ideas débiles. De aquí que prevenga la Biblia: "Estad alerta y vigilad…”. ¿Qué sucede cuando una mente está débil? Puede caer en el suicidio. ¿Y cuando está excitada? Puede cometer tremendas locuras, aun con seres queridos; cuánto no más, si son odiados. Por lo que la Biblia en tal sentido tiene razón. Y, para ‘estar alerta y vigilarnos a nosotros mismos’, no hay como una buena salud mental: a) En el aspecto de salubridad e higiene mental y corporal. b) En el aspecto de una buena educación y formación que atienda lo corporal, lo mental y lo espiritual como elementos interactivos de una misma entidad hombre, como individuo y como miembro social. El hombre no es una entelequia, ni una sombra. El hombre es algo más que “mera forma física en movimiento”. En él se reproduce el eco de la Naturaleza inmediata como el del GRAN TODO COEXISTENCIAL. Y las mismas ideas participan de este eco. Las sociedades modernas, como si oyeran este eco, instrumentan mecanismos preventivos de salud, no sólo en vacunación sobre algunas enfermedades, sino para las desviaciones y abusos del tráfico en carreteras. Si el que maneja un automóvil está dominado por impulsos o por embriaguez etílica, o por sopor de drogas, las consecuencias las conocemos a diario. Si el que vigila a la comunidad no está capacitado para portar un arma de reglamento, ¿qué se puede esperar de él? ¿Y qué tienen que ver las ideas con estas cosas? Porque las ideas son el motor que todo lo mueve, y las ideas se hacen improntas. Si el contenedor de ellas, la mente del hombre, no las domina y las canaliza bien, los resultados son indeseados para el que tenga buen uso de razón. Y el buen uso de razón requiere que la mente se ponga en guardia con sus propias ideas y esté capacitada para conducirlas a efectos positivos, que no negativos por descontrol.
En ‘Clave 9’ nos preparamos para, en ‘Conciencia Cósmica’, poner las ideas en su verdadero sitio y secuencia. Las ideas que emanan de una mente cósmica son de armonía y se manifiestan en frutos de Libertad, de Justicia y de Amor. Y es porque en ‘Clave 9’, antes de dar rienda suelta a las ideas, se aprende primero a dominarlas, vengan de donde vengan; sean buenas o malas. Y son ellas las que tienen que estar al servicio de la razón, y no ésta al servicio o sometimiento de las ideas.
En una mente cósmica, ejercitada armónicamente según Libertad, Justicia y Amor, misión que nos incumbe en ‘Clave 9’ para elevación de la especie, las ideas pasan como por un crisol antes de darles paso al campo de las realizaciones y materializaciones. Hay ideas que no bajan al espacio sensible y perceptible por los sentidos, y quedan en la mente como matriz y guías de ideas posteriores. Estas suelen ser las ideas madres o moldes conformadas por la Libertad, por la Justicia y por el Amor, que llegan a convertirse en ideal cósmico y trascendental que propulsa ‘Clave 9’. Por ende que proclamamos la necesidad de una ‘Educación Cósmica’ que se corresponda con un ideal de Libertad, de Justicia y de Amor. Veamos: Antiguamente el mundo funcionaba conforme a un ideal natural que proporcionaba la vida a la mente del hombre. Era un mundo estático. Más adelante la mente despierta de su natural quietud y comienza a moverse por planteamientos filosóficos que daban dinamismo y expresión a la vida social del hombre. Es el mundo de las elucubraciones. El casillero de la mente como que se abría a las ideas en lo político, en lo económico, en lo cultural, etc., y el mundo estaba sostenido por columnas. Todavía el sol giraba en torno a la tierra. Se abre la mente un poco más y ya deviene la idea de reflexiones más profundas. La mente del hombre pasa de improvisaciones a cálculos científicos. La mente del hombre se abre como una rastreadora al universo y el geocentrismo cede a la nueva idea del heliocentrismo. Ya no es el sol el que gira al rededor de la tierra, sino ésta alrededor del sol. ¿Hemos agotado con esto las ideas de nuevas posibilidades en el movimiento de los astros? Sea lo que fuere, ya se asoman nuevas ideas, al menos en la relación del hombre con su universo. Antes como que el hombre tenía la idea de sometimiento al universo. Ahora la idea se revierte, y es el universo el que se debe al hombre. Y sale a su encuentro, a medirlo, a escudriñarlo. Un ejemplo de que las ideas mueven al hombre, al mundo. Y son las ideas, mediante la mente del hombre, pues no se debe confundir mente con idea /la mente es el continente y la idea el contenido/, las que han de abrir las nuevas relaciones del hombre con el hombre mediante un ideal de Libertad, de Justicia y de Amor. Hacia este ideal que apuntamos y nos encaminamos, y que se traduce en una ‘NUEVA GENERACIÓN’ de hombres más libres, más justos y más amorosos.
No estaría de más apuntar diferencias entre ‘idea’, ‘ideal’, ideología’. La ‘idea’ es manación primaria de la mente, por más que se nutra de otras fuentes /impulsos, instintos, vivencias, experiencias, etc. /, y es ella sola la que se asoma a la ventana del pensamiento y, si es necesario, busca asociaciones de otras congéneres /de otras ideas/. ‘Ideal’. El ideal surge de la misma idea, sea ésta individual o en asociación, y requiere colocarlo como el eje de un sistema cuidadosamente confeccionado. ‘Ideología’. La ideología, partiendo de la idea, trata no sólo de comportarse como ideal, sino que adquiere otros matices de carácter imperativo /credo, dogma, sometimiento, imposición…/. Ejemplificando ‘idea’, ‘ideal’ e ‘ideología’ sería: ‘Idea’, transformar un desierto en vergel; ‘Ideal’, esa misma idea, planificada, elevarla a extrema categoría que sustente al vergel como una proyección de atracción y perdurabilidad /que sería como un nuevo modo de vida en el campo humano/; ‘Ideología’, sea abstracta o concreta, es la idea e ideal del vergel, pero con postura de cánones, exigencias y hasta de implementaciones cercenantes /que en el ámbito humano mutilarían la libertad y otros atributos de nuestro ser/.
Cuando una idea es hermosa, hay que cuidarla y alimentarla desde las alturas del espíritu para hacerla trascendente y duradera. Cuando es mala, hay que cerrarle las puertas del espíritu para que no lo contamine, sacrificarla desde la mente para que no se realice en el plano material. Mas cabría añadir que las ideas no sólo pueden provenir de la vida del hombre mismo, sino también de dimensiones ulteriores y superiores, y hasta del mismo Dios. La Biblia nos dice que la verdadera sabiduría viene de Dios. Y yo, Manuel, acepto y confirmo esto por mis propias experiencias espirituales y mis revelaciones. Nos pertenecemos a un GRAN TODO COEXISTENCIAL y de El podemos recibir también ideas.
Partiendo del criterio de que la mente tiene su asiento en el cerebro, y el cerebro está alojado en la caja craneana, es en la masa cerebral donde se dan los prodigios y maravillas de esta vida; donde se gestan las ideas, los pensamientos; donde adquieren categoría los sentimientos, el dolor, la alegría, la fe, el espíritu de trascendencia. Y ahí está la mente, como la mayor y más específica operación del cerebro de nuestra especie. Hasta el punto de poder decir que ‘el hombre es lo que lleva en su mente’. Si éxitos, se emociona, se exalta acomete empresas… Si fracasos, se entristece, se deprime, pierde entusiasmo, decae en sus propósitos. Se ha de tener una personalidad muy bien solidificada para actuar ecuánimente en cualquier circunstancia, próspera o adversa. Y esta personalidad, precisamente es la que surge en el proceso de ‘Clave 9’ mediante la toma de la ‘Conciencia Cósmica’, que se logra por el ejercicio armónico de la Libertad, de la Justicia y del Amor, y que es el objetivo fundamental de ‘Clave 9’. –Y aprovecho la oportunidad para invitar al amable lector a que no se quede indiferente ante este mensaje, sino a que profundice en su estudio y práctica; poco a poco notará la diferencia entre su estado de ahora y las sorpresas que le esperan-.
Si el ser humano se desenvuelve en un buen ambiente cultural que le suministre elementos para fabricar ideas sanas y productivas, el hombre se hace creativo, y sus obras pueden ser admirables y de bienestar social; si su ambiente es negativo, los frutos no se dejarán esperar en la misma proporción. Esta es la regla general. Y es así cómo una sociedad, cuyos valores sean bélicos, de conquistas, de ambiciones territoriales y de otros dominios, conduce infaliblemente a la guerra. Sus gentes son inducidas a la violencia. Se crían los niños, incluso, en un ambiente de lucha de contrarios, en el que sus juegos son de guerra, convirtiéndose en carnadas fáciles para el frente de batalla. En sus mentes se han inculcado ideas y valores que los hacen proclives a creer tener delante de sí un enemigo, que simplemente puede ser alguien que no esté de acuerdo con sus criterios. Por el contrario, una sociedad de valores pacíficos, de laboriosidad, de respeto por los derecho humanos y de siembra de responsabilidades, de orden y bien social, se cuida de que sus instituciones, sobre todo educativas, alimenten las frágiles mentes de los niños, y de sus adultos, con ideas sanas y de progreso social y en beneficio de todos, abriéndose a otros valores universales y aportando los suyos a otras comunidades. Sobre todo esto tan necesario en las perspectivas de universalidad que exigen los nuevos tiempos, para una humanidad más libre, más justa y más amorosa. Lamentablemente todavía hay naciones que están en las cavernas, más que de la antigüedad, del medioevo, que es más nefasto por sus ideas recalcitrantes y oscurantistas. De manera que, si ‘el hombre es lo que lleva en su mente’, considero que ya es hora de educar cósmicamente al niño, para que tengamos un joven y un adulto preparados para la nueva contienda que aguarda a la humanidad en su conquista por un mundo mejor: de verdadera paz y posible felicitad en el Planeta Tierra, al tiempo que estimule su espíritu de conquista del Universo, que se le presenta más que como panorama de belleza inaudita, como un desafío a su mente universal y trascendental, que nada de esto está reñido con ser hijos de Dios /y “dioses sois”/. Y como dioses, que no como espíritus diabólicos, debemos vivir y comportarnos, en honor a lo que somos como parte de la GRAN DEIDAD.
Enfatizamos en la influencia que de hecho ejerce la educación sobre la comunidad y sobre los individuos. Y aunque es verdad que toda regla tiene su excepción, pues los moldes de la naturaleza y de la ciencia humana dejan escapar algunas particularidades/ lo manso de lo fiero, y lo fiero de lo manso/, lo cierto también es que cuando ha habido, según casos que registra la historia, algunas civilizaciones de elevado índice formativo según sus normas de vida, el florecimiento de las artes, de la ciencia, de la industria, de la agricultura, etc., se ha manifestado, y tanto comunidad como individuos, en reciprocidad, han gozado de sus beneficios. Por supuesto que tal florecimiento ha estado dirigido por la mente del hombre. En la mente del hombre había esas cosas positivas, el fruto no podía ser otro que la positividad. Cuando la mente la ocupa lo negativo /malicia, desidia, abominaciones, corrupción, injusticias varias…/, lleno de tristeza que contar está el mundo, sin excluir el momento actual.
De manera que, si queremos un mundo mejor, tenemos que construirlo. Y lo primero que tenemos que hacer es encender la lámpara mental. Que se iluminen las ideas para que den esplendor a nuestras vidas. La primera idea que hay que prender es la de una buena educación que abarque los más y posibles aspectos de la vida del hombre, sin mutilar a ninguno de ellos. Sí hay que empezar desde ya a redimensionar muchos conceptos acerca de Dios, del hombre, del mundo, de la vida y de las cosas, en función de un mundo mejor en el que todos quepamos sin distingos de razas ni posiciones económicas, ni de otras discriminaciones. Ya la ciencia, las religiones y las metafísicas, dentro de sus respectivas ramas del conocimiento, han llegado a una misma conclusión: relación cerebro-mente; mente-cerebro. E igualmente coinciden en aceptar corrientes eléctricas en el cerebro que se encargan, en conexiones de neuronas unas con otras, de transmitir los mensajes de afuera hacia adentro, de adentro hacia fuera y de adentro a adentro. Una falla en determinados circuitos puede afectar marcadamente a la mente y a sus consecuentes pronunciamientos, surgiendo distorsiones que se pueden extremar en idiotez, demencia, psicosis, neurosis, fijaciones, excentricidades, aberraciones, etc... Y todo ello en un sujeto de carne y hueso, en un ser humano. ¡Pobre humanidad, carcomida cada día más de insatisfacciones, frivolidades, apetencias desordenadas, sexualidad desmedida, drogadicción…, y añada cada cual algo del mundo que le rodea
Mas no es mi propósito infundir miedos o pesimismo. Mi tesis en ‘Clave 9’ es que ‘valemos y merecemos mucho más’. Y es en este orden del pensamiento en el que, a través de estas líneas, pretendo comunicarme con mis semejantes para invitarlos a reflexión y a asumir posiciones como lo que somos: seres racionales, dotados no sólo de conciencia, sino de espíritu, éste como singular investidura de seres privilegiados en esta dimensión, y sin ello bien valdría consumar la sentencia: "Comamos y bebamos que mañana moriremos”. Y por demás está decir que a nadie le gusta que lo califiquen de ‘animal’, ‘bicho’; su reacción es inmediata, pues se siente ofendido. ¿Ofendido de qué? Aunque tal o cual no lo conciencie, de su interno sale inconcientemente el rechazo. En realidad es porque nuestra esencia es de índole espiritual. Eso que viene dado como concomitancia en la potencialidad de la materia y que luego se plasma como verdadera entidad en nuestra configuración humana. ¡Allá los videntes que se hacen los ciegos para no ver sino la inmediatez y las conveniencias y complacencias de su cuerpo! Para ellos es también eso de “mente sana en cuerpo sano”; una mente capaz de discernir entre lo de ‘arriba’ y lo de ‘abajo’. Y la sanidad de la mente no sólo entra por una buena alimentación física, sino por una educación, que hemos dado en llamar ‘cósmica’, sin impedimentos, sin fronteras, que atienda además del buen funcionamiento eléctrico de las neuronas, las leyes de la trascendencia y ubiquen al espíritu en su verdadero sitial. Y conforme a un ideal de vida /de Libertad, de Justicia y de Amor/ orientar al hombre. Es así cómo el hombre encuentra sentido y plenitud, y justificación a su presencia en este mundo. Mal trabajaría una razón puesta al servicio de la materia y del azar como destino. Por el contrario, es altamente visible y demostrado a través de los tiempos cómo un alma que se eleva por encima de los avatares de este mundo manifiesta un comportamiento que escapa al del hombre sumido en las cosas mundanas. Se siente realizada. Está por encima de los impulsos, de los instintos, de los apegos… Y esto que digo no es religión, ni beatería, ni cursilería, como lo podría sentenciar apriorísticamente una mente racionalista o hedonista. Hablo desde un peldaño de la misma vida, desde un escalón que a todos nos pertenece por esencia y el cual muchos no quieren pisar por temor /equivocada creencia/ a perder entidad o bienes terrenales, o placeres, o comodidades. Pero, como toda moneda: cara o cruz; no hay término medio. Si se alimenta lo de arriba, el espíritu, se beneficia lo de abajo: el cuerpo halla reposo y las demás cosas que le circundan se armonizan con el mismo cuerpo / en la medida en que la ley del espíritu obra sobre ellas/. Indiscutiblemente que lo individual repercutiría en lo social, y consecuentemente las sociedades se abrirían a nuevas posibilidades de realización para la misma especie. Esto no sucedería, ni sucederá, mientras lo espiritual esté bajo la cubierta de religiones e ideologías. Una cosa es el Mensaje de Dios, impreso en el mismo corazón del hombre, como decía Jesús: "el reino de los cielos está dentro de vosotros”; y otra cosa es la religión, que aunque no es mala, tiene secuelas secundarias de fanatismo, dogmatismo. En ella hay ductores jerarcas que imponen estrechos criterios bajo el seductor atractivo de una fe que garantiza la dicha eterna. Como si se tratara de una peculiar parcela de borregos que tienen un pastor propietario y tienen que pastar y balar conforme al capricho de su amo. El único amo es Dios, ‘EL GRAN TODO’. Nosotros somos cada uno parte de este TODO. Y, si algo necesitamos, y capacidad para ello tenemos, es sincronizarnos con EL. No excluyo, al pastor de almas, aquella persona que por su elevación espiritual tienda la mano a sus hermanos menores para que no caigan por el precipicio de la banalidad. Jesús autoriza a un hombre llamado Pedro para que cuidara de sus “ovejas”: de aquellos que “en espíritu y en verdad” estén dispuestos a adorar al Padre; de aquellos que estén dispuestos a tomar la cruz /la realidad de esta vida/ y ofrendarla a Dios. Y Jesús tiene un mensaje muy claro. Él habla de que el deseo del Padre es que seamos “verdaderamente libres” por la verdad, que es la expresión del amor y de la justicia. Jesús excluye todo lo espurio. Su mensaje no es religión, sino palabras de vida eterna. Y yo, Manuel, en convencimiento, me abrazo con Jesús. Y Jesús, como ya he mostrado, y lo haré en otras ocasiones específicas, se me revela con frecuencia. ¿Increíble? Escudriñad mis escritos y las imágenes /fotos/ con que los suelo acompañar.
Mas continuemos con la mente. La mente es terrible; también sublime. Pero es el único enlace que nos lleva a conciencia y nos conecta no sólo con ‘EL GRAN TODO’ y con los otros yoes, sino con nosotros mismos. La mente es el ‘anverso’ de la Madre Naturaleza, la cual a su vez es el ‘reverso’ de la misma mente. Y así como la Madre Naturaleza es nuestro ‘reverso’ es al mismo tiempo el ‘anverso’ del ‘GRAN TODO, de ‘EL PODER-DIOS’, que está siempre detrás de toda existencia. Dios en sí es ‘anverso-reverso’. Concebimos ‘anverso’ como lo que se manifiesta en primer plano; ‘reverso’, lo que respalda y propicia la manifestación del ‘anverso’. Lo maravilloso es que somos capaces de transmutar nuestro ‘anverso’ en ‘reverso’, que sería: siendo individuos reconocer que nos pertenecemos a la Naturaleza, y nos podemos remontar de igual manera hasta Dios, al Relojero de este nuestro ‘tictac’. Por supuesto que esta capacidad de remontarse y/o de trascender esferas depende del radio mental de cada sujeto. También juega un papel preponderante en dicha función la frecuencia que tenga la mente para pronunciarse y proyectarse. Generalmente radio y frecuencia suelen conformar una definitoria de captación y de acción. Por ende que lo que una persona no ve, porque su radio mental es corto y su frecuencia limitada, lo puede ver otra persona de mayor amplitud de radio o frecuencia. Ejemplo sencillo: La mayor medida de radio mental y de frecuencia de la mente la tiene una persona que está en un estadio superior de visión. Pedro respecto a Juan. Pedro está en lo alto de la montaña y ve lo que desde abajo no ve Juan. Y, porque Juan no vea, no quiere decir esto que tiene autoridad para negar lo que Pedro está observando y disfrutando incluso desde su altura. ¡Cuántos Juanes no hay que lo niegan todo a priori! Y es que en sus mentes falta algo: o bien que la naturaleza no se lo ha dado o que, habiéndoselo dado, no lo ha desarrollado. Cada cual saque sus conclusiones de sus experiencias en la vida real. Somos una especie privilegiada en este Planeta. Valemos y merecemos mucho más; tanto cuanto nos lo propongamos. La mente no sólo pare ideas, sino incentivos, motivaciones, sentimientos de grandeza…, para nuestra realización. ¡Animo! En ‘Clave 9’ tenemos una fórmula cósmica para elevar lo individual a lo social, a lo universal y trascendental, y llegar a gustar desde acá lo de allá.
¡PIES EN TIERRA!
¡LIBERTAD, JUSTICIA Y AMOR!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario