07 diciembre 2006

ILUSION Y LABERINTO


ILUSION Y LABERINTO

El diccionario define así la ilusión: "Concepto imaginado por engaño de los sentidos”. Yo, sin negar esto y lejos de definiciones intelectualistas, acepto la ilusión como una función mental necesaria en la vida, es como un motor que impele a seguir adelante; como un faro que abre horizontes en la oscuridad. La ilusión juega un papel en nuestro pensar y en nuestro quehacer. Mas cuando la ilusión se desborda y la mente pierde los comandos surge una espiral que mete al sujeto en un laberinto que, no por el hecho de que contenga derroche de luces y de colores, suele tener salida. Si bien el laberinto puede conducir a una misma puerta de entrada y salida, más de un investigador de cuevas ha pasado sus malos ratos por confiar en que es fácil regresar al punto de partida. Se ilusionó su mente. Los sentidos lo engañaron. Al final está perdido. Y sentirse perdido produce angustia. Y con angustia no camina la humanidad.
Una vez yo tuve un lapso mental cuando manejaba mi carro (coche) por los alrededores de la ciudad. ¡Qué angustia sentirse perdido sin más referencia que la ignorancia absoluta hasta del lugar donde uno se encuentra! Y la ilusión llega a ser como un lapso mental. ¡Adiós memoria! ¡Adiós conciencia! ¡Adiós, incluso, voluntad!
Cuando hablo con determinadas personas, y da lástima decir ‘jóvenes’ en su mayoría, los veo no ya en un lapso mental, sino en una rapsodia de ilusiones e intrascendencia. Las atracciones de lo fácil, de lo cómodo, de lo inmediato y de tantas locuras y desenfrenos del mundo actual los absorbe por entero. El mundo se les presenta como la gran oferta sin cuota inicial. Tal vez yo sea un iluso más. Tal vez también tengo conciencia de que no quiero serlo y pongo recursos a mi alcance. No quiero entrar en la caverna de la ensoñación. Y me retiro de ella. Y siento, percibo y veo con los tres sentidos de mi ser: con los ojos del cuerpo, con los ojos de la mente y con los ojos del espíritu. Y todavía me queda el sentido del corazón, el sentido que late en mis adentros, el sentido de la sensibilidad y del amor que me habla de que yo no soy una entidad aislada, que me pertenezco a mi especie, al hombre por entero. Y en mi especie todo lo demás: el mundo en el que Dios me ha colocado para que, a cual paraíso del Génesis, lo trabaje y cultive, y coma con el sudor de la dignidad, que no da la vagancia, del atropello, del latrocinio, de la criminalidad… Estar aquí y ahora es algo más. Y este sentido pareciera haberse atrofiado. Y da la sensación de que la humanidad ha extraviado su rumbo. Que se ha dejado cegar por la ilusión de lo que hoy vislumbra y mañana se esfuma. Mas todavía hay tiempo para contener la ilusión desbordada y encauzarla para no caer en callejón (laberinto) sin salida. Y hablaba con un joven, que coincidimos en la misma mesa en la recepción familiar de un amigo. Me habla de sus ilusiones. De sus delirios de grandeza. De poseer bienes de fortuna. De dejar una buena herencia a su hijo. “Y para eso trabajo día y noche” –decía. Ilusión plausible para el proceso de ‘antihistoria’ que hemos vivido. Ilusión de pies en tierra, opuesta a la noción anterior que hemos dado de ‘ilusión’. Pero que sabemos de sus efectos. El mundo se hace propiedad de unos cuantos y los demás quedan como hasta ahora , siendo los eternos desheredados. Y si algo heredan es la miseria y la resignación, y su ilusión de desilusionados.
La humanidad tiene que dar un giro. Todo está confluyendo a la destrucción de lo pasado. Las influencias cósmicas de arriba se dejan sentir. Muchos han oído el campanazo, pero la resistencia al cambio y lo mucho que debe ser eliminado se hacen rémora, y como tal llega a la mente, y se revierte también, que es lo más grave, en violencia, en más inútil derramamiento de sangre. Lo vemos a diario. No allá, como noticia de conmigo no es; sino en nuestro mismo medio. ¡Muerte! ¡Muerte y más muerte! La mercancía más barata que alimenta las pasiones. Al fin engendro de más desdicha.
Y digo que ya el campanazo suena. Hay que sacar las antenas y percibir la procedencia de este grito de humanidad nueva. Nueva sin la ilusión del iluso. Nueva sin la ilusión del que sólo piensa en amasar fortuna. Nueva como sembradío de bienestar común. De un Estado Nuevo que ponga de verdad las instituciones al servicio del hombre y que eduque y forme al hombre para el hombre. No más el granero lleno de unos y la tripa vacía de otros. No más la ciencia y la tecnología en beneficio de un capital despiadado e inhumano, y los demás sin poder aliviar ni siquiera un dolor de muelas. No más clínicas de ricos y corroídos hospitales de pobres. Trabajo y responsabilidad de todos. Beneficio, derechos y dignidad de todos. Mas este mundo nuevo no viene solo. Lo tenemos que construir nosotros, tú y yo, y todos. El Mensaje ‘Clave 9’ en su futura edición escrita, intitulada ‘Testimonio VI’, define los términos de ese mundo mejor. Un mundo apoyado sobre el Trípode Cósmico de la Libertad, de la Justicia y del Amor en un ‘E N - P A RA’: En Libertad, para la Libertad; en Justicia, para la Justicia; y en Amor, para el Amor. Una nueva ilusión como ideal de vida en el que el todo social se deje sentir en cada una de sus partes, de la misma manera que EL GRAN TODO, DIOS, en cada una de sus criaturas. Ya esto es una necesidad imperante para la vida misma del hombre en el Planeta. Cuanto antes acometamos la empresa, mejor para la humanidad. Si nos retardamos, podría ser demasiado tarde. Desde Arriba, que se bien, lo de abajo nos lo están avisando. Yo cumplo con dar a conocer el mensaje.

¡PIES EN TIERRA!
¡LIBERTAD, JUSTICIA Y AMOR!

Manuel, Profeta de ‘Clave 9’.

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