24 enero 2010

CÓMO PUDO DIOS HACERSE A SÍ MISMO

REDIMENSIONANDO LA NOCIÓN DE DIOS

Mi misión como Profeta de ‘Clave 9’ es anunciar la necesidad de ‘redimensionar’ la noción de Dios, del hombre, del mundo, de la vida y de las cosas. Si tú ya estás al tanto de esto y te consideras capaz de dar ese salto, hazlo con tu vida y tu ejemplo, pues que teóricamente no conduce a nada.
En mis ediciones de ‘Clave 9’ he usado la ‘idea redimensionar’ como una necesidad para abrir una nueva brecha histórica para la humanidad. Redimensionar en el sentido de hallar la dimensión más exacta de alguien o de algo conforme a los nuevos tiempos que nos han tocado vivir. En otras palabras, todo cambia, y ahora ese todo exige una nueva visión a la luz de un lente también nuevo. Y ese todo es mutable, como lo es la forma en que nuestra mente lo contempla. Por ejemplo: el concepto del valor humano en épocas pasadas, no es el mismo que el de ahora. Generalmente el derecho era atributo de las élites dominantes; el resto de los hombres eran objetos más o menos servibles en tanto que prestaran beneficio a dichas élites, cuya tendencia era a estar confabuladas en sus diferentes estamentos de poder político, económico, intelectual, religioso…
Por ende que digamos que ha llegado la hora de redimensionar la noción de Dios, del hombre, del mundo, de la vida y de las cosas, incluso de la muerte. El Mensaje ‘Clave 9’ nos invita a ello de manera libre, justa y amorosa, sin adoctrinamiento coercitivo ni de especulación de conciencias; al contrario: para que nos elevemos de nivel mental y alcancemos la nueva meta que nos está implícitamente dada en el devenir de nuestro ser, esto es: la toma de una conciencia superior, ‘Conciencia Cósmica’, sin fronteras, que nos permite ser dueños de nuestro destino como individuos y como especie en un “PRIMERO YO, LUEGO YO Y SIEMPRE YO; PERO EN ARMONÍA CONMIGO MISMO, CON MIS SEMEJANTES Y CON TODO LO DEMÁS”. Conciencia de unidad, de universalidad y de trascendencia que nos hace dignos de nuestra condición de humanos, imagen del Dios aceptado por muchos y negado por algunos que en su confusión mental prefieren rebajarse a niveles de vida netamente animal, sin más diferencia que la de igualarse a un bicho más de los que pueblan nuestro planeta. Para tales sujetos, en el mejor de los sentidos, todo es naturaleza: nacer, vivir, morir… Sólo la razón los asiste en su proceder, que no la racionalidad producto de una mente trascendente. También a los animales los mueve el instinto y siguen las leyes de la naturaleza con más fidelidad que el ser humano. No obstante respetamos el criterio que los induce a negar lo que la gran mayoría acepta como una realidad, aunque sea no visible, porque el simple concepto de Dios nos queda muy grande a los humanos; aún somos incipientes pensantes / pero nos es dado el “sed perfectos como el Padre celestial es perfecto”/. Somos seres en evolución. ¡Ah, si la naturaleza se nos desdoblara como una película y pudiéramos remontarnos a los orígenes de nuestro ser! ¡Cómo nos veríamos bañarnos en ese río de la existencia! ¡Cómo se desenrollaría nuestro ser: nuestro estado actual, naciendo, como fetos, en el acto in situ del engendro /dos células que se funden y dan paso a una nueva vida/…! ¿Y antes de ser el hombre engendro? ¿Antes de las dos células vivientes? –Simples moléculas, átomos, plasma cósmico, energía, lo indefinido, lo imperceptible para nuestra mente /¡LO OTRO!, ¡EL REVERSO!, ¡EL UNO!, ¡EL TODO! , ¡LO INNOMBRABLE!, ¡QUIZÁS LO QUE LLAMAMOS DIOS!, ¡ESO QUE, SIENDO LÍMITE DE NUESTRA MENTE, ES COMIENZO DE SÍ MISMO Y QUE PARA MÍ ES DIOS, LA VIDA ETERNA…!/.
En esta vida todo suele tener su opuesto, ¿por qué negar el opuesto de lo efímero y contingente, cual nuestra misma mente nos dice que es lo imperecedero, lo eterno, y lo autosuficiente; lo que, si aquí todo tiene su origen en otra cosa, allá lo tiene por sí mismo /Dios en sí mismo/como el opuesto a lo de acá. Buscar las cinco patas al gato es más difícil.
Comencemos por redimensionar la noción de Dios.
En lo tocante a una mente acuciosa y deseosa de superación, todo es posible. No así en una mente racionalista, que, como dice el refrán, calienta la cabeza, pero enfría los pies. La mente racionalista reviste características muy peculiares. Lo más fácil para la mente racionalista es cerrar la ventana a la otra realidad, o sea: negar a Dios, alejando de sí cargos de conciencia. La mente racionalista sabe lo que quiere: la expansión y halago de sus intereses. Es mente muy perjudicial para el resto de los humanos, pues no sólo se hace intocable, sino que reacciona con violencia si su beneplácito no es satisfecho en alguna forma; máxime cuando logra poder temporal, sea éste económico, político, religioso, doctrinario, etc. Es insaciable en sus apetencias; por demás arrogante y exclusivista. Es mente usurpadora de los derechos ajenos. Es como si dijéramos que su tripa se ensancha en la medida en que abusando de su poder infiere daño a los demás. Su hedonismo la enloquece hasta endiosarla. Fuera de sí lo demás son meros utensilios que deben adornarla. De aquí los ‘tiranos’ de todas las épocas. Si te arrodillas ante ellos y les sirves fiel e incondicionalmente, entonces eres útil a sus desmedidos propósitos y no menos afán de dominarlo todo, y te permiten cortejarlos, eres tonto útil, un excelente vasallo. Este tipo de mente es como vampiro siempre sediento de sangre. No importa la víctima /que los demás seres humanos padezcan necesidades o se mueran de hambre/, sí es de máximo valor complacerla en todo /con aplausos, con sonrisas, con moviditas de cabeza en plan de asentimiento cada vez que se pronuncia, aunque sea en sus ex abruptos, y, sobre todo, que sus deseos sean tomados por sus lacayos como de estricta obligación y cumplimiento, sin medir consecuencias ni las injusticias a que ello conllevare. Asimismo el tirano es quien tiene hasta la medida para valorar a Dios según sus propios intereses. Y si le conviene usufructúa el nombre de Dios como un objeto más. Y del mismo modo las palabras del mismo Cristo recobran tal o cual significación en esta mente racionalista, tan sui géneris. Unas veces Cristo es Dios; otras un líder; y hasta un loco. Mentes acomodaticias al ego y nada más.
Más cómo se forja esta mente. Ella de por sí trae un potencial de absorción de energías de otras mentes, y por ley de “lo semejante atrae a lo semejante”, y como muchas mentes sagaces necesitan de ese potencial, ella las absorbe, enriqueciendo su caudal, al tiempo que las otras mentes compensan sus apetencias. Lamentablemente esto ocurre en mentes negativas con mayor facilidad que en las positivas, ya que éstas no padecen desequilibrios por estar armonizadas. Así un positivo se dice que vale por mil negativos. Al respecto podríamos confirmar esto con la Biblia:”De la unidad saldrá el millar”. Lo evidente en el mundo es que proliferan las fuerzas negativas sobrepasando lo del millar por unidad; son legiones incontables que bombardean a los humanos. Se multiplican como el arroz. Basta, entonces, que nazca en el planeta una de esas mentes absorbentes para que esas legiones se alisten y alineen en propósitos y planes macabros como los que azotan a las naciones: políticos sin conciencia de servicio a la comunidad, carteles de armas /terrorismo y delincuencia organizada/, de droga, de trata de blanca, y pare usted de contar.
¿Pesimismo y justificación del mismo? –Basta leer la prensa, ver los noticiarios televisivos o abrir la internet para quedarse uno estupefacto ante el drama de las naciones: pobreza, desempleo, hambre, inseguridad / atracos, secuestros, crímenes…/, sin ocultar lo que reluce en la opulencia de los que atesoran a costilla del dolor de la mayoría /acaparamiento y enriquecimiento desmedido e ilícito /. El enriquecimiento de unos es el empobrecimiento de otros. Y esto es injusto. Esto es desarmonización que repercute en el Todo, en el Anverso, en la otra cara de la moneda, que, aunque no la veamos, está ahí como testigo invisible; está ahí detectándolo todo, y nadie podrá decir: ‘yo no fui’.
Estas mentes, que suelen ser racionalistas, todo lo farsean, la mentira es su consigna. La intriga es su ardid. Saben muy bien la ley del César de “divide y vencerás”. Y ésta otra no menos ley, si “dioses sois”, yo soy ahora el dios de este mundo, aunque este mundo no sea sino un simple cargo, pero lo hacen de ostentación. Mentes que, si suben a la plataforma del mando de las naciones, se embriagan apertrechándose de armas y de ejércitos, porque el ‘dios’ es intocable e invencible. La historia está llena de ejemplos, cada cual escoja el de su gusto. La inconciencia de estas mentes sólo halla parangón unas en otras. Sólo son conscientes de sí mismas cuando caen en desgracia. Pero de cabeza ajena no admiten consejo.
En cuanto a Dios, esas mentes racionalistas recalcitrantes Lo ‘redimensionan’ a su conveniencia y nada más. No hay más medida de valor ni de libertad, de derecho, ni de justicia en la tierra. En sus satánicas veleidades no cabe otra deidad.
De hecho hay mentes racionalistas de inferior categoría, que no se basan ni en el poder, ni en la fama lucrativa. Mentes que todo lo discuten y nada más, que se acaloran y ciegan en sus raciocinios en espiral y que al final son como humo que se esfuma en el viento. Aunque en el fondo portan el gen de sobreponerse a los demás. En sus elucubraciones hasta echan espumas por la boca. De aquí tanta incompatibilidad de caracteres en el matrimonio o en cualquiera otra clase de sociedad. Lo que monta es “llevar la razón”, como suele decirse.
Hay también mentes de vibraciones muy bajas que están como en letargo. La mente intrascendente no sabe ni lo que pasa a su alrededor, porque su radio /radio mental/ es insignificante; mente de nivel de sótano que ignora lo que pueda suceder en la planta baja, y mucho menos en el exterior, y Dios y las cosas son como devienen en el momento, sin más preocupación. Unas de estas mentes se hunden en la resignación; otras se adaptan para sobrevivir.
Hecha esta pequeña clasificación mental /racionalistas de poder y racionalistas con otras inclinaciones, y mentes intrascendentes o tipo limbo/ cabría que el lector o la lectora se preguntase: ¿qué clase de mente es la mía? Adelantándome a la respuesta, cuando he asistido a convivencias de grupos, la tendencia general es a decir: yo me considero justo(a), yo no le hago mal a nadie, yo… Bueno, un pan comido. La inconciencia suele ser un predominio de esas mentes. Quizás la sensatez sea una virtud que todavía no ha aflorado en muchas mentes. Por supuesto que no paso por alto lo que de inconciencia pueda haber en mí, por más que procuro ser justo en mis apreciaciones y actos. Mas, cuando me doy cuenta de mi falla, sí puedo afirmar que procuro corregirme. Hay casos en que ciertas mentes pretenden dominar a otras y las acosan con imposiciones, cuando no con imputaciones hasta temerarias. Esto es muy común. Su arrogancia y prepotencia no las dejan ver “la viga en propio ojo y sí la paja en ojo del prójimo”. Mentes que parecieran ser hijas del ‘dios altercado’. Mentes de siembra de cizaña. Y en sus incongruencias suelen exteriorizarse como amantes de la paz. Tóquelas y sentirás la ponzoña cargada de veneno que pretende aniquilarte. Y caso curioso es que este arquetipo de mentes deambula por los pasillos de las religiones, de las metafísicas y de otros centros espiritualistas. Diríamos lobos con lana de corderos.
¿Pero qué tiene que ver todo esto con la redimensión de la noción de Dios, etc.? –Quizás en absoluto, pues ¿cómo puede una mente enredada en la mentira y en la malicia, o en la desidia, percibir un concepto verdaderamente amplio y claro de un Dios Todopoderoso y Amantísimo, Principio y Fin de todas las cosas? Primero, necesariamente, ha de haber una apertura mental en los principales ‘líderes’ sociales, que sí los hay, y que son, como hemos dicho, esas mentes de potencial extraordinario y absorbentes. Ellos vienen como programados como sostenedores de equilibrio en el mundo que les rodea. Si ellos, que son “la sal de la tierra”, se pervierten, la consecuencia es: “¿si la sal se desvirtúa, con qué se salará?”. Nadie es nacido para hacer el mal, sino para que encauce esas energías hacia el bien de sí y de los demás. “Te he puesto mi ley en tu mente, en tu corazón, en tus labios… Si obras bien serás bendito hasta mil generaciones; si obras mal, sufrirás hasta la tercera o cuarta generación”. Hasta determinados animales que acompañan al hombre sienten temor cuando obran fuera de lo pautado, cuánto no más el hombre sabe que ha obrado mal, y huye como Caín, y, si lo atrapan en sus fechorías, siente vergüenza y esconde el rostro. Hablamos de lo normal, no de psicopatías.
No descartamos una degradación en la condición humana respecto a sus usos, costumbres, valores y principios de vida. Para Jesús sería ‘degeneración’, pues Él aboga por la necesidad de “la regeneración de lo humano”, y en base a esto enfoca su mensaje. Mas preguntar: ¿y si hasta el médico está enfermo, quién cuidará de la salud? –No todo está perdido. Todavía hay hombres y mujeres con integridad propia, no enajenados ante los placeres que pueda proporcionar esta vida. Y esto es lo que mantiene cierto equilibrio aún en nuestro mundo social. Mas no basta con poseer esta condición de nobleza y de grandeza. Jesús insiste en que “una casa iluminada en la montaña no puede permanecer a oscuras”; está hecha para iluminar, no para que se apague y se confunda con las tinieblas. O sea, según ‘Clave 9’:”El que tenga un talento que lo multiplique, que no lo esconda, que talento que se multiplica da sus dividendos”, que la apatía y la indiferencia no sirven para nada, a lo sumo para ser pacto de fácil llama para otros inescrupulosos. Por eso en ‘Clave 9’:”Se es o no se es”. No caben medias tintas. Jesús decía:”Más vale ser frío o caliente que tibio”. Lo frío se contrarresta con el calor, y éste con lo frío y dan un término medio. Lo tibio es sinónimo de desidia, indolencia, comodidad /que los demás se sacrifiquen por mí, que lo mío es estar tranquilo(a), vivir plácidamente o sin compromisos/. Y de tibios está lleno el mundo. Y como esto es así, los tibios no son contrapeso de lo positivo, sino de lo negativo, pues encuentran el plato opuesto de la balanza que los adormece más y más, porque es como de ley que lo negativo se aprovecha de lo tibio/ los vivos de los apáticos/. Sí, pues lo negativo se mece fácilmente y muy a gusto con su contrapeso ‘tibio’. Y las mentes negativas, sagaces de por sí, se dicen: no tenemos contendor, sino quienes nos sostengan en el equilibrio de nuestras fuerzas. Realidad ésta en el plano social. “Hay vivos, porque hay pendejos”, se dice en Venezuela. Y entre los tibios no faltan los adulantes, los que no exponen nada y andan al acecho de una oportunidad. Oportunidad que la hallan en esos ‘líderes’ /que anteriormente denominamos ‘peligrosos racionalistas’; racionalistas que con su lógica cuadran muy bien sus cuentas: no tienen escrúpulos de dar el zarpazo a la libertad y dignidad de los demás. Son rapaces de tripa gorda, y si algo les interesa redimensionar es la anchura de su tripa. Lo demás es huero idealismo.
Mas alguien ha de emprender esta empresa de la “regeneración”, y de seguro que al hacerlo ya ha comenzado a redimensionar la noción de Dios /y del hombre, y del mundo, y de la vida y de las cosas/. Es más la redimensión del Dios Omnipotente y Sempiterno la hizo Jesús. ¿A dónde están los verdaderos cristianos? ¿Quién, cristiano o no cristiano, se une a esta ‘redimensión’ que de Dios hizo Jesús?: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo(a)”. Sacar el contexto real de esta máxima de la filosofía, de la teología, de la religión y concientizarlo a nivel de ‘Conciencia Cósmica’ es redimensionar en uno de sus aspectos la noción de Dios. Dios no es una entelequia. Dios es una realidad consustanciada con nosotros mismos. Separar a Dios de sus creaturas es el absurdo de los absurdos. Sería lo mismo disociar al artesano de su hechura, la causa del efecto. Y en el caso de Dios más absurdo todavía, pues que si aceptamos, como decía el Apóstol Pablo que “en Dios vivimos, nos movemos y existimos”, tendríamos que romper la unidad intrínseca entre el manantial y su agua. Somos agua del Manantial Divino.
En ‘Clave 9’ aprendemos que “Dios es El Poder en la manifestación de sus fuerzas”. Esto es: toda existencia se corresponde con Dios en lo inseparable. Imposible separar la imagen del espejo. Somos imagen de Dios. Tan libres somos que en serlo nos hacemos semejantes a Él. En escoger y en aceptar, y aun más, en decidir o actuar, está lo grande o lo pequeño de nuestra condición humana. Si la escogencia, la aceptación y la decisión la hacemos sobre lo bueno, lo justo, el reino de los cielos será nuestro trono /en paz aquí en la tierra y dicha en la eternidad/; si es lo contrario, sucumbiremos aquí y allá. ¿Teoría? –Eleva nada más tu radio mental y gira en torno a lo bueno y justo, y habrás descubierto “las maravillas que el universo esconde a los sentidos”. Y en el universo tú puedes ser estrella resplandeciente con tan sólo obrar justicia /”los justos brillarán como estrellas en el cielo”/. Y obrando justicia deviene la trascendencia y, por ende, la capacidad de redimensionar /la noción de Dios, del hombre, del mundo de la vida y de las cosas/.
Jesús, que vino a perfeccionar “la Ley y los Profetas”, redimensiona lo anterior con la ley del amor: “Un mandato nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. La fuerza del amor lo transmuta todo. Revierte el odio y la venganza en abrazos de confraternidad /que es lo mismo que redimensionar la ‘Ley del Talión’ del “ojo por ojo y diente por diente” / y da a nuestra vida una visión más de lo justo: “lo que no quieras que te lo hagan a ti, no se lo hagas a otro”. De que se puede, se puede, y en esta vida hay ejemplos muy preclaros.
Jesús consagró su vida terrenal a enseñarnos cómo redimensionar la noción de Dios, del hombre, del mundo, de la vida y de las cosas. Si algo de religión hay en su prédica, es también una religión redimensionada, nos enseña a orar, a llamar a ese Dios guerrero, de sangre y de venganzas y de matazones:”Padre nuestro”. Un Padre que la humanidad no conocía. Las maldades del hombre eran atribuidas a Dios. Y así el hombre no era hecho “a imagen y semejanza de Dios”, sino que el hombre hacía a Dios a imagen y semejanza del hombre. Dios con Jesús adquiere su justo valor y dimensión en la mente del nuevo hombre. Y de aquí en adelante, decía Jesús, “no se ha de adorar a Dios con sacrificios ni en el monte ni en Jerusalén (o el Templo); Dios quiere que le adore el hombre en espíritu y en verdad”. Y si la ‘Revolución Francesa’ redimensiona la dignidad del hombre proclamando sus derechos y su libertad, no olvidemos que lo hizo con ‘sacrificios de sangre’ como en el ‘monte bíblico’, y Jesús dejó escrita para siempre su Constitución Redimensionadora:”No se ha hecho el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”, por lo que derechos y deberes son inherentes al hombre como individuo y como ente social, y la institución debe estar al servicio del hombre. No hay institución, en la tierra, para Jesús, para el mismo Dios, mayor que el mismo hombre.
No olvidemos que en ‘Clave 9’, por el ejercicio armónico de la libertad, de la justicia y del amor, aseguramos la redimensión de nuestra propia mente, pues por tal ejercicio adquirimos ‘Conciencia Cósmica’, y ya no es necesario el silogismo de si Dios esto o Dios lo otro. La ‘Conciencia Cósmica’ ensancha nuestro ángulo de visión y nos eleva a sitiales de luz en donde la razón pierde función y se abre la racionalidad y la trascendencia, y entonces la fe es convicción ante la Presencia Divina. Entonces todo es, porque todo se hace evidencia, y no hay necesidad de buscar a Dios, mucho menos de negarlo. Es como si fuéramos en ese momento una onda expansiva que, en la medida en que se abre, más cerca nos sentimos de Dios.
No obstante, si alguien desea divagar remontándose al ‘topo urano’, libre es. Mas cuando se pone la intención de búsqueda de algo, de Dios, ya estamos en el camino de ese algo, y la sabiduría nos vendrá como compañera. Y así podríamos preguntar:¿Cómo pudo ese Dios hacerse a sí mismo, si los grandes filósofos lo han descrito como increado? Ya hemos dicho de ‘los opuestos’ / ahora lo creado y lo increado/. Si en nuestra lógica lo más normal son los pares de opuestos, aquí tenemos uno: creado (dentro este concepto somos) e increado (sólo Dios). Es más en las principales religiones orientalistas también existe el concepto del ‘Dios-Creador-Increado’, ‘un demiurgo hacedor de todas las cosas hasta de sí mismo, o de ser él por sí mismo’, caso de nuestro Dios.
No decimos ‘quién hizo a Dios’, porque esto sería caer en un círculo vicioso de preguntas, sino ‘cómo pudo hacerse Dios a sí mismo’. Aquí está la incógnita de las incógnitas; algo más que “¿qué fue primero, la gallina o el huevo?”. Hay que tener la mente muy fresca y en un estado de elevación tal que nos permita retro proyectarnos a la génesis de todo, hasta del mismo Dios; que sería lo mismo que tocar ‘el principio de los principios’. La mente tiembla al incursionar nada más que el tema. Es como si tuviera delante un cable de alta tensión, y temiera electrocutarse. No resiste la magnitud de la Presencia Divina. Se siente impotente.
Si bien un vaso no puede contener al mar, el mar sí puede contener al vaso, y llenarlo de la misma agua y quedar inmerso en el mismo mar. De igual modo sucede con la mente (el vaso) respecto a Dios (el mar). Será la incógnita de las incógnitas tratar este tema, pues que acabamos de decir que el vaso /nuestra mente/ no puede contener al mar /Dios/. Pero si bien no podemos contener a ese mar, sí llegamos a la conciencia de que “somos una gota de agua de ese océano; gota que se sabe océano ella misma”. Es decir, deducimos de esta inquietud por conocer de Dios, que se ha hecho algo familiar en nuestra mente, que esto, esta vida, mi vida, no puede ser un azar; que todo esto debe tener otro sentido que no ‘la casualidad’ /que de por sí, recurrir a ‘la casualidad’ ya es ignorancia supina/. La mente ve más allá de ‘la casualidad’. Mi mente sí ve más allá. Y es que en la medida en que ensanchamos el radio mental, la circunferencia que nos rodea también se agranda. O sea, en la medida en que nos acercamos a Dios, Dios se nos hace más grande /de nuevo:”sed perfectos como el Padre celestial es perfecto”, o sea, infinitos y eternos.
Adivina, adivinador sería la salida más inmediata al problema de Dios. Pero no queda más explicación para nuestra mente que aceptar ‘el principio de los principios, Dios’. Repito que esto es lo que paraliza la mente. Pero a lo único que podemos recurrir es a los dictámenes de nuestra mente. No hay más. Y nuestra mente conoce algo: que “es una gota de agua en el océano que se sabe océano ella misma”, que ella, y todo lo que no es ella, es en ese océano llamado ‘Dios’, y que si bien no puede meter dentro de ella a ese océano, sí se siente dentro de ese océano, por lo que hace a ese océano, ‘Dios’, el Gran Todo en el que toda existencia se ubica como ser, y todo es y nada puede dejar de ser. Los mismos ‘ateístas’ admiten que “la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”. De hecho están afirmando implícitamente que hay una realidad última increada que ellos, los mismos ‘ateístas’, por salir del paso denominan “caos primigenio”. Al fin y al cabo éste se originó por sí mismo, igual que decir: Dios se hizo así mismo. Es más, como gota de ese océano se pertenece a éste desde el principio, coexiste en alguna forma con el mismo Dios, sin tener que apelar a la nada. Y mi mente me dice que no somos creados de la nada, somos manación del mismo Dios, de su plugo divino, de su voluntad, de su amor. Somos su imagen verdadera. Si Dios es Todo, nosotros somos sus partes, aunque nos concibamos como dice la Biblia:”imagen de Dios”. Jamás hemos estado fuera de Dios, pues fuera de Dios ni la nada es concebible, pues que Dios habría necesitado de algo fuera de sí /ese absurdo de la nada/. Hemos sido en Dios, somos en Dios y no podremos escapar de Dios. Y “si en Dios vivimos, nos movemos y existimos”, no hay más pertenencia para nosotros y para las demás creaturas que Dios.
Hasta aquí mi redimensión del concepto ‘Dios’. En el plano teórico lo manifestó así. En el plano real de la vida concibo a Dios el hálito de ‘mi existir’, y en pensamiento, palabra y obra, dentro de mi debilidad humana, LO vivifico /lo redimensiono, procuro darle la justa dimensión que de mi parte merece como ‘EL VALOR ABSOLUTO’.